Oración de marzo 2024: SAN JUAN DE DIOS
Estamos en marzo y rezamos con San Juan de Dios.
Introducción
Nos unimos en esta oración con la intención de compartir la fe en torno a la figura de San Juan de Dios, el hombre que luchó y se esforzó por el cuidado de sus prójimos. Su intención siempre fue la de ayudar a salir al otro de su miseria y nos lo dice bien claro en la carta a Gutierre Lasso: «y puesto que todos vamos al mismo fin, bueno será que nos ayudemos unos a otros», que construyamos juntos, que colaboremos todos en la edificación de este mundo tan necesitado de fraternidad, que juntos hagamos realidad esta gran Familia Hospitalaria para mostrar al mundo el rostro de la caridad.
Y lo queremos hacer uniendo las palabras de Juan de Dios a la voz del Papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti (todos Hermanos), intentando actualizar nuestro carisma, haciéndonos eco de la invitación que se nos hace a construir la aldea común. Hoy más que nunca, estamos llamados a cuidar la fraternidad de nuestro mundo, que se personaliza y se hace realidad en cada persona que tenemos al lado, a través de gestos concretos de misericordia.
Os invitamos a dejaros guiar por la voz del Espíritu en esta tarde, haciendo que resuene en nuestro interior esa llamada de Juan de Dios: «bueno será que nos ayudemos unos a otros».
Todo
Hakuna
Padre pon tu Espíritu sobre mí,
aquí estoy, aquí me tienes.
Gracias por la vida,
Que la viva siendo todo yo
Que la viva siendo todo yo.
Todo libre, todo entregado,
todo Tú, todo dado,
todo alegre, todo amante,
todo amado, todo arrodillado,
todo hijo, todo hermano,
todo padre, todo disfrutón,
todo mariano, todos por todos,
que viva todo, con toda el alma.
Salmo adaptado:
Te has sentado a la mesa
Antífona: Tened siempre caridad, pues ella es la madre de todas las virtudes. x2
Te has sentado a la mesa de la eterna fiesta de la fraternidad.
Sabes muy bien lo que hay dentro de cada uno de nosotros, tus invitados.
Por eso, tu, que en la angustia ante la muerte clamaste a Dios
y sufriendo aprendiste a obedecer.
Has querido hacer tuyas las pasiones y sufrimiento humanos,
has derrotado a la muerte derrotando a la iniquidad y la injusticia.
Te compadeces tanto de nuestras debilidades
que quieres quedarte para siempre con nosotros
y así poder echarnos una mano cuando sea necesario.
Te has convertido para los que obedecen a Dios en autor de salvación
y nuestra salvación, Señor, en quererte y amarte.
Te has sentado a la mesa y has invitado como comensal a todo el mundo,
se acabó la negativa a compartir.
La división entre los hermanos no tiene sentido ya;
el desprecio por los pobres se convierte en acogida y servicio.
Al lavarles los pies con gestos reales de entrega radical.
Gracias por enseñarnos a descubrir al hermano, a tender la mano,
a presentar la otra mejilla, a compartir pan y hogar.
Gracias por ese poco de pan en tus manos y ese vaso de vino
con los que dices cómo se vence el pecado, el hambre, la muerte.
Que ahora nosotros continuemos tu servicio
para que todo hombre y mujer sean amados y respetados,
para que nadie le sea negado el pan y el trabajo,
para que los niños puedan reír ilusionados.
Sí, continuaremos tu misión
para que nadie se enriquezca con el trabajo de los demás
y para que nadie tenga miedo de nadie.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Tened siempre caridad, pues ella es la madre de todas las virtudes. x2
Lectura:
Lc 10, 25-37
Un maestro de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús le preguntó a su vez: “Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?”. Él le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo”. Entonces Jesús le dijo: “Has respondido bien; pero ahora practícalo y vivirás”. El maestro de la Ley, queriendo justificarse, le volvió a preguntar: “¿Quién es mi prójimo?”. Jesús tomó la palabra y dijo: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, quienes, después de despojarlo de todo y herirlo, se fueron, dejándolo por muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por el mismo camino, lo vio, dio un rodeo y pasó de largo. Igual hizo un levita, que llegó al mismo lugar, dio un rodeo y pasó de largo. En cambio, un samaritano, que iba de viaje, llegó a donde estaba el hombre herido y, al verlo, se conmovió profundamente, se acercó y le vendó sus heridas, curándolas con aceite y vino. Después lo cargó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un albergue y se quedó cuidándolo. A la mañana siguiente le dio al dueño del albergue dos monedas de plata y le dijo: ‘Cuídalo, y, si gastas de más, te lo pagaré a mi regreso’. ¿Cuál de estos tres te parece que se comportó como prójimo del hombre que cayó en manos de los ladrones?” El maestro de la Ley respondió: “El que lo trató con misericordia”. Entonces Jesús le dijo: “Tienes que ir y hacer lo mismo”.
Reflexión
(A partir de “Fratelli Tutti” del Papa Francisco)
Jesús cuenta que había un hombre herido, tirado en el camino, que había sido asaltado. Pasaron varios a su lado, pero huyeron, no se detuvieron. Uno se detuvo, le regaló cercanía, lo curó con sus propias manos, puso también dinero de su bolsillo y se ocupó de él. Sobre todo, le dio algo que en este mundo ansioso retaceamos tanto: le dio su tiempo. Seguramente él tenía sus planes para aprovechar aquel día según sus necesidades, compromisos o deseos. Pero fue capaz de dejar todo a un lado ante el herido, y sin conocerlo lo consideró digno de dedicarle su tiempo.
¿Con quién te identificas? Esta pregunta es cruda, directa y determinante. ¿A cuál de ellos te pareces? Nos hace falta reconocer la tentación que nos circunda de desentendernos de los demás; especialmente de los más débiles.
Digámoslo, hemos crecido en muchos aspectos, aunque somos analfabetos en acompañar, cuidar y sostener a los más frágiles y débiles de nuestras sociedades desarrolladas. Nos acostumbramos a mirar para el costado, a pasar de lado, a ignorar las situaciones hasta que estas nos golpean directamente. Incluso aquellos que nos dedicamos a cuidar al otro, podemos caer en la rutina, en dar lo justo, en no esforzarnos por mejorar lo que hacemos.
Miremos el modelo del buen samaritano. Es un texto que nos invita a que resurja nuestra vocación de ciudadanos del mundo entero, constructores de un nuevo vínculo social. Con sus gestos, el buen samaritano reflejó que «la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro».
Que no se pierda ninguno
Hakuna
Llamaré, entraré, miraré, escucharé, sonreiré.
Amaré, preguntaré, acariciaré,
comprenderé, abrazaré.
Verbos de la misericordia,
verbos que harán nuevo nuestro mundo
¡Que no se pierda ninguno!
¡Que no se pierda ninguno!
Te conoceré en su voz, te escucharé
en su dolor, te consolaré
Te alimentaré y acompañaré,
y en tu nombre preguntaré:
¿qué quieres que haga por ti?
Pregunta de la misericordia,
pregunta que hará nuevo nuestro mundo.
¡Que no se pierda ninguno!
¡Que no se pierda ninguno!
Carta de San Juan de Dios
(Fragmentos de la segunda carta de San Juan de Dios a Gutierre Lasso)
Antífona: En la caridad, desde la caridad, yo construiré el Reino. x2
En el nombre de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra Señora la Virgen María, siempre entera. Dios ante todo y sobre todas las cosas del mundo. Amén, Jesús. Dios os salve, hermano mío en Jesucristo, muy amado y muy querido en Cristo Jesús.
La presente es para haceros saber que me encuentro muy atribulado y con mucha necesidad: ¡Gracias a nuestro Señor Jesucristo por todo ello! Porque, habéis de saber, hermano mío muy amado y muy querido en Cristo Jesús, que son tantos los pobres que aquí vienen, que yo mismo muchas veces quedo maravillado de cómo se pueden sustentar: pero Jesucristo lo provee todo y les da de comer.
Además, siendo esta casa de carácter general se reciben en ella, sin distinción, enfermos y gentes de todas clases: así que aquí se encuentran tullidos, mancos, leprosos, mudos, locos, paralíticos, tiñosos y otros muy viejos, y muchos niños; y esto sin contar otros muchos, peregrinos y viandantes, que aquí acuden, a los cuales se les da fuego, agua y sal, y vasijas para guisar de comer. Y para todo esto no hay renta, más Jesucristo lo provee todo: pues no pasa día en que no sean necesarios, para el abastecimiento de la casa, cuatro ducados y medio, y a veces cinco; y esto sólo para pan, carne, gallinas y leña, porque las medicinas y los vestidos son otro gasto aparte.
Antífona: En la caridad, desde la caridad, yo construiré el Reino. x2
Por lo cual, hermano mío muy amado y muy querido en Cristo Jesús, es tal la situación en que me encuentro que muchas veces no me atrevo a salir de casa por las deudas que tengo; por otra parte, viendo padecer a tantos pobres, hermanos y prójimos míos, y con tantas necesidades, tanto corporales como espirituales, al no poder socorrerlos, quedo muy triste; pero a pesar de todo confío sólo en Jesucristo: estoy seguro de que Él me sacará de apuros, pues Él conoce mi corazón.
Por eso yo siempre digo: ¡Maldito el hombre que se fía de los hombres y no sólo de Jesucristo! De los hombres has de ser desamparado, quieras o no, pero Jesucristo es siempre fiel; y pues Jesucristo lo provee todo, a Él sean dadas las gracias por siempre jamás. Amén, Jesús. ¡Hermano mío muy amado y muy querido en Cristo Jesús! Os doy cuenta de mis trabajos porque sé que los sentís como yo sentiría los vuestros. Y como sé que amáis a Jesucristo y os compadecéis de sus hijos, los pobres, por eso os pongo al corriente de sus necesidades y de las mías. Y puesto que todos tendemos al mismo fin, aunque cada uno va por su camino, según el beneplácito de Dios y la vocación recibida, bueno será que nos ayudemos los unos a los otros.
Antífona: Todos por todos, todos por todos. La revolución empieza aquí, todos por todos.
Por tanto, hermano mío muy amado en Jesucristo, no dejéis de rogar a Jesucristo por mí, para que me dé gracia y fuerza con las que yo pueda resistir y vencer al mundo, al diablo y a la carne; y me dé también humildad, paciencia y caridad para con mis prójimos; que el Señor me conceda confesar con verdad todos mis pecados y obedecer a mi confesor, despreciarme a mí mismo y amar sólo a Jesucristo; que me otorgue asimismo tener y creer todo lo que tiene y cree la Santa Madre Iglesia: esto yo lo acepto y lo creo firmemente y con sinceridad. Como lo profesa y lo cree la Santa Madre Iglesia, así lo profeso y lo creo yo: y de aquí no me muevo, echo mi sello y cierro con mi llave.
Nuestro Señor Jesucristo os pague en el cielo la buena obra que hicisteis por Él, por los pobres y por mí. Sí, que Jesucristo os lo pague. Amén, Jesús
No quiero pediros ahora el aguinaldo, pues sé que tenéis ahí muchos pobres a quienes socorrer; deseo sólo que nuestro Señor os dé la salvación del alma: que en esta vida desdichada el buen vivir es la llave de aquel que salvarse sabe que lo otro todo es nada.
Vuestro desobediente y menor hermano, Juan de Dios (si Dios quisiere, muriendo; mas, empero, callando y en Dios esperando), el que desea la salvación de todos como la suya misma. Amén, Jesús.
Antífona: Todos por todos, todos por todos. La revolución empieza aquí, todos por todos.
Peticiones
(Si se rezan en comunidad, se pueden ir leyendo espontáneamente en voz alta)
Padre Nuestro
Oración final
Señor de la Hospitalidad,
Tú, que escoges mi pequeñez para acoger tu grandeza,
Tú que te haces presente en lo pequeño y en lo sencillo,
y cada día me invitas a seguirte.
Mira nuestro mundo herido
Hay sufrimiento en tantos lugares
y, sobre todo, en tantos corazones.
En tantos pobres y enfermos,
en quien se siente solo o se siente triste,
en quien no tiene libertad o vive con miedo.
Aquí me tienes, Señor,
Dame entrañas de misericordia
frente toda miseria humana,
para llevar tu Reino a las periferias del mundo.
Dame tu luz, para saber acoger la fragilidad y la belleza de la vida,
y ayúdame a mirar a mis hermanos como Tú los miras.
Te lo pedimos
por intercesión de tantos testigos de la Hospitalidad,
que han hecho posible sembrar el Evangelio en el mundo,
y que han vivido la vida con pasión y generosidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Solo una Humanidad
Disco Hospitalario
¿Qué te pasa humanidad?
Muchos hombres viven sin hogar.
Peregrinos, sin rumbo fijo,
buscando solidaridad.
Despreciados y marginados
son hombres que no tienen maldad.
Ellos buscan horizontes nuevos
y esperanza quieren encontrar.
La humanidad sólo creerá,
cuando unidos construyamos la paz.
La humanidad sólo creerá,
cuando unidos construyamos la paz.
Unos hombres hoy darán sus vidas
creando un nuevo hogar,
con aquellos más olvidados
esos pobres que no tienen lugar.
Familia, que hoy son signo
de esperanza y de unidad,
que construye un mundo nuevo
para que crea esta humanidad.
La humanidad sólo creerá,
cuando unidos construyamos la paz.
La humanidad sólo creerá,
cuando unidos construyamos la paz.
Mi humanidad, tu humanidad,
nuestra humanidad, es vuestra humanidad.
Mi humanidad, tu humanidad,
nuestra humanidad, es vuestra humanidad.
La humanidad sólo creerá,
cuando unidos construyamos la paz.
La humanidad sólo creerá,
cuando unidos construyamos la paz.
Testimonio:
Hno. Moisés Martín
GRACIAS