Hospitalaria
Levántate, Él te espera
5 - 9 de abril 2023 | Ciempozuelos, Madrid
Pascua
2023
Oración de la noche:
miércoles 5 abril
Levántate
Ven ahora (Somos Sión)
Ven ahora, Santo Espíritu,
ven y toma tu lugar.
Somos Sión, Tú eres Rey,
ven y úngenos Señor,
ven ahora, ven a mí.
Introducción
Levántate, Él te espera. Este es el lema de esta Pascua Hospitalaria, y es el objetivo de todo lo que vamos a vivir en estos días. La experiencia de que nuestra vida no es mera casualidad, y por ello lo que hacemos, decidimos y vivimos no debe ser simple inercia.
Jesús te va a invitar a levantarte, como hizo con Lázaro hace unas semanas, y como hará Él mismo venciendo a la muerte en la Pascua que vamos a vivir. Pero no te llama a levantarte para estar solo, para perderte. Jesús llama siempre para el encuentro, es el máximo deseo de Dios con el hombre, la comunión contigo.
Pero esta llamada no es sólo una esperanza del final de nuestros días. Estamos invitados a gozar de esa comunión hoy, ya mismo.
Por eso, estos días, la Iglesia te invita a descubrir algunos de los mayores tesoros que tiene: la oración, los sacramentos y la caridad. Aprenderemos a levantarnos, para compartir la vida con Jesús a través de las celebraciones de cada día del triduo Pascual.
En esta casa de San Juan de Dios se bebe del carisma en el que se tradujo la experiencia del Amor que tuvo San Juan de Dios. Es el carisma de la Hospitalidad.
Con el Espíritu Santo, al cual invocaremos en cada oración, nos adentramos en estos misterios.
Rezaremos con el himno de completas, en comunión con miles de jóvenes y cristianos que las rezan en la noche. También rezaremos con salmos adaptados, y tendremos como momento principal uno de los Evangelios que dan su sentido al carisma de la Hospitalidad y una reflexión del Papa Francisco para estos días..
Himno
Tras las cimas más altas,
todas las noches
mi corazón te sueña,
no te conoce.
¿Entre qué manos, dime,
duerme la noche,
la música en la brisa,
mi amor en dónde?
¿La infancia de mis ojos
y el leve roce
de la sangre en mis venas,
Señor, en dónde?
Lo mismo que las nubes,
y más veloces,
¿las horas de mi infancia,
Señor, en dónde?
Tras las cimas más altas,
todas las noches,
mi corazón te sueña,
no te conoce.
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo. Amén.
Salmo: Lo tuyo es darte
Antífona: El amor no dice basta. Amor y más amor, que nunca dice basta.
Lo tuyo es darte
Nos empeñamos en apropiarnos de todo
y nos quedamos solo con la frustración.
Queremos programar cada instante
pero la vida se nos escapa de las manos.
Nos gustaría conocerlo todo
y nos descubrimos los más ignorantes.
Soñamos con triunfar en cada proyecto
pero el fracaso nos devuelve a nuestro sitio.
Lo tuyo es dar, darte, sin calcular.
Lo nuestro es recibir, acoger, sin preguntar.
Solo me conozco al mirarme en Ti.
Eres el manantial del que todo brota,
donde veo la primera luz y empiezo a correr.
Eres el mar, donde todo acaba
hacia allá me dirijo, en Ti quiero descansar.
(Ecos del himno y el Salmo y Gloria)
Antífona: El amor no dice basta. Amor y más amor, que nunca dice basta.
Lectura Evangélica:
Mt 25, 31-40
Cuando el Hijo del Hombre llegue con majestad, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria y ante él comparecerán todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Colocará a las ovejas a su derecha y a las cabras a su izquierda. Entonces el rey dirá a los de la derecha: Venid, benditos de mi Padre, a heredar el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era inmigrante y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, estaba encarcelado y vinisteis a verme. Los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber, inmigrante y te recibimos, desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y fuimos a visitarte? El rey les contestará: Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno solo de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis.
Reflexión con el Papa
De la homilía del Papa Francisco en el Domingo de Ramos
Hermanos y hermanas, un amor así, todo para nosotros, hasta el extremo, el amor de Jesús es capaz de transformar nuestros corazones de piedra en corazones de carne. Es un amor de piedad, de ternura, de compasión. Cristo abandonado nos mueve a buscarlo y amarlo en los abandonados. Porque en ellos no sólo hay personas necesitadas, sino que está Él, Jesús abandonado, Aquel que nos salvó descendiendo hasta lo más profundo de nuestra condición humana. Está con cada uno de ellos, abandonados hasta la muerte. Pienso en aquel hombre llamado ‘de la calle’, alemán, que murió bajo la columnata, solo, abandonado. Él es Jesús para cada uno de nosotros. Muchos necesitan nuestra cercanía, muchos abandonados. Yo también necesito que Jesús me acaricie y se acerque a mí, y por eso voy a buscarlo en los abandonados, en los solitarios. Quiere que cuidemos de los hermanos y de las hermanas que más se asemejan a Él, en el momento extremo del dolor y la soledad. Hoy hay tantos "cristos abandonados". Hay pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; hay pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes no nos atrevemos a cruzar la mirada; emigrantes que ya no son rostros sino números; presos rechazados, personas catalogadas como problemas.
Pero también hay tantos cristos abandonados invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor.
Jesús abandonado nos pide que tengamos ojos y corazón para los abandonados. Para nosotros, discípulos del Abandonado, nadie puede ser marginado; nadie puede ser abandonado a su suerte. Porque, recordémoslo, las personas rechazadas y excluidas son iconos vivos de Cristo. Nos recuerdan la locura de su amor, su abandono que nos salva de toda soledad y desolación. Pidamos hoy la gracia de saber amar a Jesús abandonado y saber amar a Jesús en cada persona abandonada. Pidamos la gracia de saber ver y reconocer al Señor que sigue gritando en ellos. No dejemos que su voz se pierda en el silencio ensordecedor de la indiferencia. Dios no nos ha dejado solos; cuidemos de aquellos que han sido dejados solos. Entonces, sólo entonces, haremos nuestros los deseos y los sentimientos de Aquel que por nosotros «se anonadó a sí mismo» (Flp 2,7). Se vació totalmente para nosotros.
Compartir en la noche
Vamos a dejar un especio para compartir aquello con lo que vengo, no hace falta que nos extendamos, ya tendremos tiempo. Pero es importante que nosotros mismos pensemos cómo nos situamos en estos días, y poder compartirlo en la asamblea.
Para ello os invitamos a decir:
Compartimos lo que somos. A esta experiencia vamos a entrar desde nuestra realidad, desde los miedos y las dificultades, hasta las grandes expectativas y deseos que tiene mi corazón.
Después de hablar, busco mi nombre ante el sagrario. Esta experiencia es para mí, tiene mi nombre.
Al terminar, escuchamos la canción "El Abrazo", de Hakuna.
Padre Nuestro
Oración final
Oh, Dios, mi corazón joven te busca, fascinado y apasionado,
porque sólo en ti hay respuesta
a lo largo del camino;
te busco, después de dejar atrás
cosas vacías que encontré
y que ahora, son para mí nada, ante ti,
que eres mi Tesoro escondido.
Tengo sed de ti,
de tu pan y de tu palabra de vida;
tengo sed de ti,
de la verdad de tu Evangelio;
tengo sed de ti,
de comunión con tu Iglesia;
tengo sed de ti,
de la fuerza de tu Espíritu.
Te busco, y sé que estás vivo,
presente entre nosotros,
que en tu nombre, Señor Jesús,
nos hemos reunido.
(Adaptación del Salmo 62)
Oración de la mañana:
jueves 6 abril
Levántate, celebramos con Jesús la Eucaristía
Ven amor de Dios
Ven Amor de Dios, inunda mi alma,
ven a mi, con fuerza y poder.
Ven Amor de Dios.
Introducción
Jesús es un buen judío, cumple con las tradiciones y vive con un gran amor hacia Dios Padre. Es de esta manera, a través de la propia tradición de su pueblo, como nos enseña su nuevo mandamiento: el del amor a través del servicio. En ocasiones puede parecer que Jesús rompe con lo anterior, apareciendo en nosotros la tentación de romper con nuestras raíces para buscar algo nuevo, sin embargo Jesús se remonta al antiguo testamento, para decirnos "Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír".
Jesús viene a dar plenitud, a transformar nuestros corazones, a ablandarlos para que seamos capaces de descubrir la historia de amor que el Señor tiene con cada uno de nosotros, desde el principio de los tiempos. También viene abrir mis ojos y devolverme la vista, a devolverme la libertad, para poder encontrarle de nuevo en cada hermano mío que sufre, que está olvidado, y que en definitiva, encarna a Jesús mismo a la espera del abrazo.
Salmo adaptado
Antífona: Tu fidelidad es grande, tu fidelidad, incomparable es. Nadie como tú, bendito Dios. Grande es tu fidelidad.
Hoy el dolor es real
en mi cuerpo y en mi espíritu.
Hoy mi herida quiere invadirme,
llenar mi corazón de cansada pesadumbre,
desgarrarme como una multitud a la estampida,
arrinconar todo mi cuerpo.
Este soy yo: un herido.
Acojo toda mi historia de lucha.
Amo a las personas que me hirieron
y me reposo con toda mi ambigüedad
que fue tejiendo sus trampas
en mi profundo secreto.
Soy amado por ti, Dios de la vida.
Y quieres que viva en mí
todo lo que tú has sembrado.
Con este día que amanece
quiero girar mis ojos
hacia el sol que se levanta
despertando los colores
y rumor de pasos en todos los senderos.
Que la paz del alba
recorra como agua viva
los laberintos de mi secreto.
Ahora, no mañana.
Ahora te dejo amanecer y recrearme.
No importa el dolor que nos quede.
Quiero unirme a ti en la búsqueda de la vida,
arriesgarme contigo en la apuesta del camino,
permanecer junto a ti en la paciencia, sumergido.
Más allá de lo que logre descifrar mi secreto,
todo mi misterio está dentro del nido de tus manos,
como una paloma confiada y asustada al mismo tiempo,
la hora precisa de ser lanzada al aire
para que cree el vuelo, juegue y viva.
Empieza a volar el día.
Aroma de café temprano,
llanto de niños,
saludos breves y estrenados.
Con toda la creación,
amanecen a mis primeros pasos.
Antífona: Tu fidelidad es grande, tu fidelidad, incomparable es. Nadie como tú, bendito Dios. Grande es tu fidelidad.
Lectura Evangélica:
Lc 4, 16-21
En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Reflexión
La invitación de hoy será adentrarnos en el misterio del Jueves Santo desde la Hospitalidad. Sabemos que en este día, en la celebración, hay dos momentos característicos: el lavatorio de pies y la cena del Señor. Son dos caras de la misma moneda: la caridad y la eucaristía. Dos realidades inseparables que nos llevan a la comunión con Dios, anhelo profundo de nuestro corazón.
Como San Juan de Dios e imitando a tantos consagrados y laicos que viven esta vocación del servicio, nos pondremos de rodillas ante Jesús, dispuestos a servirle en el enfermo y en la persona que tengamos delante a lo largo de esta mañana.
En la tarde celebraremos los oficios, y conoceremos experiencias de primera mano cuya vida actualmente, se mueve en la dinámica del servicio. Finalmente acompañaremos a Jesús en sus horas de mayor soledad
Disponemos así nuestro corazón y vamos adentrándonos poco a poco en el Jueves Santo a través de la Hospitalidad.
Amando hasta el extremo
Déjame, Señor, mirarte bien por dentro,
entrar en tu Corazón y dejarme seducir
y que aumenten mis deseos de querer ser como Tú,
conocerte internamente, amarte y seguirte más,
apostar mi vida junto a ti, déjame verte, Señor,
Amando hasta el extremo, dejándote la piel,
entregando las entrañas, tus entrañas de mujer,
en una toalla y un lebrillo, en un acariciar los pies,
en un mirarnos hasta el fondo sin nada que reprochar
y sin nada que pedir, y con tanto para dar.
Yo, el Maestro y el Señor, ya no puedo amaros más,
Pues como el Padre me ha amado, así os he amado yo.
Os dejo mi vida entera en este Vino y este Pan,
Este Pan que soy yo mismo que me parto y que me doy,
Mi deseo es que os améis de corazón,
Yo también os quiero ver
Amando hasta el extremo, dejándoos la piel,
entregando las entrañas, como lo hace una mujer,
en una toalla y un lebrillo, en un acariciar los pies,
en un miraros hasta el fondo sin nada que reprochar
y sin nada que pedir, y con tanto para dar.
Sí, te doy todo lo que soy para que sigas amando.
La lucha por la justicia entra en esta intimidad,
Que se llena de personas y rostros que acariciar,
Que me impulsa desde dentro a comprometerme más,
Todos caben en tu Corazón, Quiero seguirte, Señor,
Amando hasta el extremo, dejándome la piel,
entregando las entrañas, mis entrañas de mujer,
en una toalla y un lebrillo, en un acariciar los pies,
en un mirarnos hasta el fondo sin nada que reprochar
y sin nada que pedir, y con tanto para dar.
Oración final: Jesús en quien creo
Creo en el Jesús humano humilde niño de Nazaret,
que entre olor a madera y dulzura filial
supo descubrir el amor del Padre a la humanidad.
Amor que despertó su vida,
en el amanecer del Reino que llegaba,
al descubrir en cada hombre y mujer
la grandeza del Dios encarnado.
Es mi Cristo de pies morados de tanto pasar frío;
pero que a la vez están rojos de la pasión andada
por el hombre y sus caminos.
Es Jesús de silencios; de sintonía con el Padre.
Rostro que hoy se repite,
en todas las gentes del mundo;
pues mi Cristo, es universal.
Rostro que hoy siento y veo desfigurado como aquel día en la cruz.
Es mi Cristo en el llanto del niño abandonado.
En los ojos clavados, del emigrante en el mar.
En la voz femenina que aclama como María,
su Magníficat de Justicia e Igualdad.
O los surcos abiertos del obrero, esperando su jornal.
Este es mi Jesús.
Eso y más es su identidad;
porque en cinco letras cabe todo un hombre y mucho más.
Dios silente y escondido,
como plegaria suave al mar;
que te invita a entregarte a su ritmo;
que te atrapa en libertad.
Que solo espera, a que tomes tu cruz,
para hacerte resucitar.
hora santa:
jueves 6 abril
Introducción
Esta noche todo se juega en el Huerto de los Olivos. Es la lucha entre el temor de Cristo como hombre y el amor que llega hasta el final. Cristo nos presenta la escuela del amor. ¡Es impresionante, tremendo, conmovedor! Desde este momento vencemos sobre el pecado y la muerte al ponernos delante del Señor y junto a Él decir sí a la voluntad de Dios, ofreciéndole también nuestra vida. Con ello devolvemos la sencillez de nuestra vida a Dios. Sabemos que Dios es amor, que su misericordia es infinita… Pero ¿qué sucede si me entrego completamente a Él?
En este Jueves Santo, uniéndome a Jesús en su agonía de Getsemaní, me postro en oración humilde ante la mirada del Padre para que venga a desarraigar mi complicidad con el pecado, mis faltas de amor, de compasión, de paciencia, de perdón, mi soberbia o mi egoísmo, mis juicios ajenos… pedir que esta fuerza que viene de Cristo me haga salir a su encuentro y me otorgue la gracia para resucitar con Él.
1. PISANDO EL HUERTO
Después de cenar cantaron los salmos y salieron hacia el monte de los Olivos. Llegados al lugar llamado Getsemaní, dijo a sus discípulos: Sentaos aquí mientras yo voy a orar. Tomó con él a Pedro, Santiago y Juan y empezó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: Siento una tristeza mortal; quedaos aquí velando.
(Mc 14, 27.33-35)
Conmueve contemplar la agonía de Cristo en el Huerto de Getsemaní. Jesús enfrenta a su Padre su sufrimiento, en un combate espiritual de profunda intensidad. Es una lucha interna para aceptar la voluntad de Dios. Esta lucha será central en su Pasión, más importante incluso que la crucifixión y la muerte mismas. Cristo viene con el poder del amor del que ya no puede deshacerse. También en nuestra vida hemos de enfrentar batallas, luchas cotidianas que requieren humildad para decir sí interiormente y acoger en nuestra vida la voluntad de Dios.
Esto es lo que hacemos al participar de cada Eucaristía; pedimos la fuerza interior para estar en comunión con la Pasión, la muerte y la Resurrección del Salvador; cogemos turno para cuando llegue el momento de confrontarnos al Padre, confiándonos plenamente en el Señor. La Eucaristía es el pan de los fuertes, el pan para el viaje en el que un día estaremos invitados a repetir nuestro sí al Padre, cuando la verdad de nuestra vida quedará a la luz de su misericordia y de su amor.
¡Señor, quiero unirme a ti y permanecer despierto acompañándote en el huerto de los olivos! ¡Quiero, ¡Señor, entrar en comunión contigo en estas horas que todo se pone a prueba y el sufrimiento es tan tremendo! ¡Te doy gracias, Señor, por tu sacrificio voluntario para librarme de mi pecado y mis infidelidades! ¡Me uno a ti en tu agonía, Señor, en la soledad de Getsemaní para que me enseñes a aceptar la voluntad de Dios, y no me desaliente ante las tentaciones de abandonar cuando no me salen las cosas como tengo previstas! ¡Concédeme la gracia de abrazar siempre la voluntad de Dios sin ponerle nunca obstáculos a lo que Él tenga pensado para mí!
Al ver tu rostro afligido, Señor, permíteme ponerme a tu lado y velar contigo, para sentir tu amor, para amarte más, para aprender a sufrir, para alabar a Dios, para agradecer tantas cosas buenas que me suceden y comprender aquellas que no entiendo, para suplicar la voluntad del Padre, para escuchar el susurro del Espíritu, para no decir nada, simplemente estar acompañándote.
¡Toca, Señor, ligeramente mi pobre corazón y llénalo de vida! ¡En este día, ayúdame a ser uno contigo para que mi voluntad humana encuentre su realización plena en el abandono de mi yo al Padre, para entender que mi voluntad humana debe estar orientada siempre a la voluntad divina, en mi «sí» a Dios! ¡Señor, tu sabes que soy de los que con frecuencia te abandonan, de los que les cuesta tomar decisiones, de los que la debilidad agrieta su vida, de los que no encuentran respuestas, de los que buscan y se tornan tristes si no encuentran, de los que la tentación les hace desertar, de los que a veces esperan de la oración y desesperan cuando no hay respuesta a mis palabras, de los que fracasan con frecuencia! ¡Pero hoy quiero mirarte, Jesús, sentarme a tu lado en Getsemaní, rezar contigo, acompañarte, arroparte, cuidarte! ¡No permitas que el miedo me aleje de Ti!
¿Estoy dispuesto a acompañar a Jesús, incluso cuando las cosas no me salen como las tenía previstas?
Tierra Firme
Tierra firme, te siento en mis pies descalzos
Luna llena, testigo de mi llanto amargo
Esta noche, reseca está mi alma y siento
Que este cáliz no puedo consumirlo entero.
¡Cómo arrecia este viento!, quiere empujarme a morir,
no seré como hoja seca, mi otoño será vivir.
Siento que llega la hora, mis labios deben callar.
Sólo hablaré con mi cuerpo; quien mire comprenderá.
Por mis hermanos me entrego, los llevo en el Corazón.
Tú, Abba, Padre, escucha, acoge así mi oración.
No me abandones, oh Padre, me muero en este dolor.
Al entregarte mi vida, estalla mi Corazón.
Desde lo hondo a Ti grito, nadie comprende mi amor,
quedaos conmigo velando, no caigáis en tentación
En esta noche de olivos, desierto de soledad,
sólo una cosa te pido, se cumpla tu voluntad.
2. ORAR CON JESÚS
Se adelantó un poco, se postró en tierra y oraba que, si era posible, se alejara de él aquella hora. Decía: Abba, Padre, tú lo puedes todo, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Volvió, y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has sido capaz de velar una hora? Velad y orad para no sucumbir en la prueba. El espíritu es decidido, pero la carne es débil. Se retiró otra vez y oró repitiendo las mismas palabras. Al volver, los encontró otra vez dormidos, porque los ojos se les cerraban de sueño; y no supieron qué contestar. Volvió por tercera vez y les dijo: ¡Todavía dormidos y descansando! Basta, ha llegado la hora en que este Hombre será entregado en poder de los pecadores.
(Mc 14, 36-42)
A Jesús no le gustaban los halagos. Ni los aplausos de la gente. Ni los golpecitos en la espalda. ¿Me sucede a mi lo mismo?
Treinta años de vida oculta y en los tres de predicación lo más hermoso y profundo que cuentan los Evangelios es el encuentro con el Padre en el silencio de la oración. Cuando hace un milagro desaparece, y pocos párrafos más adelante lo encuentras orando. Cuando realiza un signo, sana enfermos, cura las heridas del alma… pide que no se lo cuenten a nadie y, pocos párrafos más adelante, se encuentra en íntima oración con el Padre. Cuando se desplaza a cualquier lugar lo hace por delante de los suyos en oración y huye de las ciudades cuando corre la noticia de su presencia y, pocos párrafos más adelante, los evangelistas narran que se había apartado a orar secretamente.
Jesús ora en el templo, en la sinagoga, en la solemnidad de las asambleas, en la soledad de la noche, en la sequedad del desierto, en la tormentosa noche del huerto de Getsemaní. Oraba en la preparación de los momentos importantes y antes de tomar decisiones relevantes.
En la oración de Jesús uno observa espacios de apertura del corazón. Contempla su estrecha intimidad con Dios. Observa como comparte sus secretos con el Padre. En la oración de Jesús uno comprende el valor del silencio, el valor de las palabras sencillas y humildes que surgen del corazón, el valor de pedir sin cesar y sin desanimarse, el valor de la íntima comunión con el Padre, el valor de mirar desde lo íntimo para llegar a lo externo, el valor de vivir con autenticidad lo que se dice, el valor de hacer de la vida un espacio de oración.
Jesús habla de llamar a la puerta y orar en todo tiempo, de estar atentos al susurro del Espíritu. Jesús te enseña a orar porque es el primer orante. Jesús abre su corazón y te invita a orar con el corazón abierto. Jesús vence al mal con el bien de la oración y te convida a abrirte al prójimo para llevar el bien al mundo. Jesús madura espiritualmente porque en la oración es llevado por el Espíritu y te invita a crecer en tu vida interior.
Si Jesús testimonia el valor de la oración, ¿qué me impide a mí profundizar en mi vida de oración? ¡Señor, enséñame a orar y abrirte mi corazón!
¡Señor, enséñame a orar por medio de tu Santo Espíritu! ¡No permitas que el activismo me venza, sino que haga como Tú, que, aunque te entregabas al servicio de los demás, aparcabas cada día la agitación de la vida y te reservabas tiempos de oración para tener unión íntima con Tu Padre! ¡Ayúdame, ¡Señor, por medio de tu Santo Espíritu a abrir siempre mi corazón a Dios y concédeme la gracia de tener siempre una oración humilde, sencilla, constante y fervorosa! ¡Haz que mi oración, ¡Señor, sea fiel en las alegrías y en las dificultades! ¡Haz, ¡Señor, que, como Tú, todas mis palabras, mis sentimientos, mis palabras y mis actividades estén impregnadas de la vida de oración! ¡Concédeme la gracia de que mi oración sea siempre de alabanza, de amor, de acción de gracias, de fe firme y profunda! ¡No permitas que me deje llevar por la tristeza y la desazón! ¡Permíteme, Señor, que mi oración sea un encuentro íntimo y sincero contigo! ¡Ayúdame, por medio de tu Espíritu, a despojarme de mis yoes y llenarme cada día del amor de Tu Padre, que me lleva al bien y me aleja del pecado!
¿Cómo es mi oración con Jesús?
¿Oro antes de tomar decisiones relevantes en mi vida?
Señor enséñanos a orar
Señor, enséñanos a orar,
A hablar con nuestro padre dios, señor enséñanos a orar,
A abrir las manos ante ti.
Orar con limpio corazón
que solo cante para Ti
con la mirada puesta en Ti,
dejando que hables Señor.
Orar buscando la verdad,
cerrar los ojos para ver,
dejarnos seducir Señor,
andar por tus huellas de paz.
Señor, enséñanos a orar...
Orar hablándote de Ti,
de tu silencio y de tu voz,
de tu presencia que es calor,
dejarnos descubrir por Ti.
Orar también en sequedad,
las manos en tu hombro, Señor,
aquí nos tienes, háblanos.
Señor, enséñanos a orar...
3. EN MI GETSEMANÍ PERSONAL
Vamos, levantaos, se acerca el que me entrega. Todavía estaba hablando cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente armada de espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores. El traidor les había dado una contraseña: Al que yo bese, ése es; arrestadlo y conducidlo con cuidado. Enseguida, acercándose a Jesús, le dijo: ¡Maestro! Y le dio un beso. Los otros se le tiraron encima y lo arrestaron. Uno de los presentes desenvainó la espada y de un tajo cortó una oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús se dirigió a ellos: Habéis salido armados de espadas y palos para capturarme como si se tratara de un asaltante. Diariamente estaba con vosotros enseñando en el templo y no me arrestasteis. Pero se ha de cumplir la Escritura. Y todos lo abandonaron y huyeron.
(Mc 14, 43-51)
Uno del grupo íntimo, teórico amigo, está presto a venderlo por treinta monedas de oro mancillado por esa tibieza que tiene su culmen en el beso de la traición. Los tres discípulos escogidos para acompañarle duermen incapaces de orar en esa noche larga, triste y oscura, la más dolorosa de la vida de Jesús. Los vítores del domingo de ramos han quedado atrás. Solo se «escucha» el silencio desgarrador de Getsemaní, en medio de la tiniebla. Caído de rodillas y sudando sangre, tal es el dolor, que ruega en su oración al Padre que pase de Él este cáliz. Queda pocas horas para la entrega, para la llegada de esos soldados al que el impetuoso Pedro hará frente y cortará a Malco su oreja. Poco tiempo para poner su mano sobre la herida abierta y sanarla. Tiempo para cruzar su mirada con Pedro, elegido roca que sustente la Iglesia, y que aun así le negará tres veces antes de que cante el gallo y saldrá corriendo a llorar amargamente consciente de su abandono. Quedan por delante acusaciones falsas, conspiración del Sanedrín, un juicio injusto, manos que se lavan exculpándose de un crimen y un malhechor beneficiado por tanta mentira orquestada en su contra.
¡Qué soledad la del Señor desde Getsemaní! ¡Qué triste comprender como sentiría la soledad humana, el abandono, el sufrimiento, el miedo, la amargura! ¡Qué tristeza entender como tuvo que vivir la angustia a solas con el Padre, sin la presencia de los seres humanos por Él creados! ¡Qué desazón ver que no hubo nadie capaz de dar consuelo y sanar aquel corazón herido que a tantos dio la vida, la esperanza, la vista, que había saciado tantos estómagos, que tantas lecciones de amor había ofrecido! ¡Y allí está, enfrentado a su muerte en Cruz rodeado de soledad!
En ese huerto repleto de olivos su oración es de súplica. El Espíritu de Dios le cubre. Tiene que ser profundamente desgarrador sentir el peso del pecado caer sobre tu corazón. ¡Pero cuanto amor hay en este Cristo, amor de los amores! ¡Cuánto amor por el ser humano para hacer la voluntad del padre y derramar su sangre para dar nueva vida al mundo! Cristo, el Rey de Reyes, el INRI de lo alto de la cruz, el médico de cuerpos y almas, el maestro divino, dijo «hágase» como su Madre. Y ese «Sí» salvó a la humanidad entera.
En este Jueves Santo entiendo que debo hacer siempre como Jesús. Aceptar la voluntad del Padre. Permanecer en mi Getsemaní particular despierto, atento; soy conocedor de que se trata de un lugar donde impera el dolor, la turbación, la angustia… pero también es ese espacio en el que, ante la incertidumbre que conlleva el sufrimiento, puedo tomar las decisiones más acertadas. Allí, en el silencio, rezo esperando la respuesta del Padre. Allí Dios escucha atento, lee el corazón suplicante, asume tu soledad y tu fragilidad humana, tus angustias y temores, y exhala con la fuerza del Espíritu una brisa fresca y una fragancia de vida que llena de rocío esa aridez bendecida por Él.
Hoy no surge de mis labios oración alguna. Me siento incapaz de hacerlo. Prefiero mantenerme en silencio consciente de que estoy entre los que le abandonaron y me dormí en Getsemaní. Solo puedo musitar compungido: ¡Perdón, Señor, perdón; no tengas en cuenta mis abandonos ni mis faltas! ¡Comparto tanto tu tristeza como tu soledad y mi total adhesión a la voluntad de Dios!
Y, en el silencio de esta noche, me pregunto con el corazón compungido: ¿Qué hago cada día yo por el Señor? ¿Le entrego con frialdad de corazón o me mantengo firme junto a Él? Y, en estos días de Semana Santa, ¿me siento más cerca de Él o mis actitudes me alejan de aquel que va a dar su vida por la salvación del mundo? ¿Soy consciente de cómo lo traiciono cada día?
Lo traiciono cuando trato de hacer mi voluntad y no me dejo penetrar por su amor y su misericordia. Le traiciono cuando mi boca le ensalza y le ora, pero a la hora de la verdad no le permito que transforme ni mi corazón ni mi vida. O cuando utilizo al Señor para pedir y exigir y no estoy dispuesto a cambiar mis actitudes. O cuando dudo de su infinita misericordia. O cuando la tibieza se hace presente en mi vida. O cuando no perfecciono mis obras de amor ni trato de ser vigilante con mi vida cristiana. O cuando falto a la confianza, lealtad, fidelidad de alguien de mi familia, de mis amigos o de la gente que se cruza en mi vida. O cuando mis promesas de autenticidad y verdad son meras palabras faltas de compromiso. O cuando mis intereses están por encima de mi compromiso cristiano. O cuando doy la espalda a aquellos que me necesitan.
En lo más profundo de mi ser, lo que quiero es permanecer al lado del Señor. Dejarme transformar por su mirada y descubrir, en el silencio de la oración, cuáles son las sombras que cubren mi vida para llegar a resucitar con Él con el corazón limpio y lleno de esperanza.
¿Acepto la voluntad del Padre en mi vida personal?
¿Sigo a Jesús o le abandono?
En mi Getsemaní
Para que mi amor no sea un sentimiento
Tan sólo de deslumbramiento pasajero
Para no gastar mis palabras más mías
Ni vaciar de contenido mi te quiero
Quiero hundir más hondo mi raíz en Ti
Y cimentar en solidez éste mi afecto
Pues mi corazón que es inquieto y es frágil
Sólo acierta si se abraza a tu proyecto
Más allá de mis miedos
Más allá de mi inseguridad
Quiero darte mi respuesta
Aquí estoy
Para hacer tu voluntad
Para que mi amor sea decirte sí
Hasta el final
Duermen su sopor y temen en el huerto
Ni sus amigos acompañan al maestro
Si es hora de cruz, es de fidelidades
Pero el mundo nunca quiere aceptar esto
Dame comprender, Señor, tu amor tan puro
Amor que persevera en cruz, amor perfecto
Dame serte fiel cuando todo está oscuro
Para que mi amor no sea un sentimiento
Más allá...
No es en las palabras ni es en las promesas
Donde la historia tiene su motor secreto
Solo es el amor, en la cruz madurado
El amor que mueve a todo el universo
Pongo mi pequeña vida hoy en tus manos
Por sobre mis seguridades y mis miedos
Y para elegir tu querer y no el mío
Hazme en mi Getsemaní fiel y despierto
Más allá...
Oración final
¡Señor, quiero permanecer despierto contigo en el huerto de los olivos!
¡Quiero, Señor, entrar en comunión contigo
en estas horas que todo se pone a prueba
y el sufrimiento es tan tremendo!
¡Quiero unirme a Ti, Señor,
en espíritu y en oración
para ser capaz de comprender
la grandeza de tu amor!
¡Necesito, Señor, que limpies mi corazón para que sea capaz
de ver tu rostro afligido!
¡Quiero, Señor, sentirme cerca de Ti
para velar contigo, para sentir tu amor,
para amarte más, para aprender a sufrir,
para alabar a Dios,
para agradecer tantas cosas buenas que me suceden
y comprender aquellas que no entiendo,
para suplicar la voluntad del Padre,
para escuchar el susurro del Espíritu,
para no decir nada simplemente acompañándote!
¡Toca, Señor, ligeramente
mi pobre corazón y llénalo de vida!
Amén
Oración de la mañana:
viernes 7 abril
Levántate, acompañamos a Jesús a su muerte
Ven ahora (Somos Sión)
Ven ahora, Santo Espíritu,
ven y toma tu lugar.
Somos Sión, Tú eres Rey,
ven y úngenos Señor,
ven ahora, ven a mí.
Introducción
Vivimos otro Viernes Santo, otra Pascua Hospitalaria Y aquí estamos, abriéndonos a la experiencia del Viernes Santo.
Queremos levantarnos y cada uno sabemos la invitación que Jesús también hoy nos hace a cada uno de aquello que nos tenemos que levantar para acompañarle a El especialmente hoy en su muerte. Muerte que asume para dar vida a nuestras propias muertes.
Vamos a sumergirnos en la experiencia de cruz de Jesús, experiencia de amor hasta dar la vida: Amor de Dios por su Hijo y por nosotros.
Jesús muere por su fidelidad a Dios y a los hombres, en especial por los que Él reconoce como “mis hermanos, estos más pequeños”.
Su muerte es consecuencia de su vida, esa es la gran lección de la cruz.
El lema de este año es “Levántate, El, te espera”, es una invitación a mirarle a los ojos, a acompañarlo y simplemente estar y dejarnos tocar por su silencio (porque la luz siempre viene de dentro), a vivir en comunión con los otros, a sentir con fuerza que juntos podemos vencer la adversidad, que juntos la cruz seguirá ahí, el dolor permanecerá, pero hermanados “todos” en el mismo Padre, dispuestos a ser cirineos de nuestros hermanos, seguro que este nuestro mundo empezará a comprender y a creer.
El amor de Dios, que ayer celebramos, se hace hoy “amor hasta el extremo”, hasta la propia muerte. Cristo, que se despojó de su categoría de Dios y se metió hasta el fondo en los ambientes de los hombres, ha llegado hasta el final. Cristo se ha identificado con los más pobres y ha muerto: lo han matado.
Aparentemente, su vida ha sido un auténtico fracaso. Su presencia entre los pecadores, los pobres, los indeseables y los enfermos ha provocado que todo y “todos” se le pongan en contra y le empujen a la Cruz. Un instrumento de tortura y muerte reservado para los pobres y los rebeldes. Cristo ha muerto.
Pero en su aparente fracaso, la muerte de Jesús lleva consigo una “victoria total”. Desde entonces, el dolor, el esfuerzo, la entrega de los hombres adquiere un nuevo sentido: nuestra vida (como la de Él) acaba en la Resurrección. Por la muerte de Cristo, nosotros podemos llegar a la vida y, por su Cruz, podemos alcanzar la Salvación.
Salmo a Jesús
Antífona: El amor no dice basta. Amor y más amor, que nunca dice basta.
Señor, te cruzaste en mi camino, y al pasar fijaste en mí Tu mirada.
Yo soy de los que te quieren sin haberte visto.
Quiero imitarte y en tu imitación, encontrarte, para poder decir a mis hermanos
lo que de ti he oído, he palpado.
Dame, Señor, el "sabor a ti" que Pablo poseía; que pueda yo sentir tus sentimientos:
los que hicieron que dieras la vida en la cruz y los que en el quehacer de cada día
fuiste casi insensiblemente entretejiendo.
Enséñame tu modo de tratar a todos: discípulos y niños, leprosos, prostitutas y letrados; enséñame a preparar junto a la mar algo de comer a los cansados.
Que aprenda, Señor, a tu lado,
a ser compasivo con el ciego del camino, los pobres, los impuros...
que mis ojos que aprendan a llorar el dolor de los amigos, el rechazo del pueblo, la angustia de la cruz, abandonado de todos.
Enséñame tu modo de mirar,
Como miraste a Pedro para llamarle y levantarle; como miraste con cariño al joven rico, o con la verdad con que afrontaste a los que quisieron injustamente condenarte.
Deseo conocerte como eres;
Tu imagen sobre mí, bastará para cambiarme,
Juan quedó subyuado . Herodes defraudado, Pilato atemorizado, Pablo convertido.
Dame, Señor, a gustar el perdón que siempre me ofreciste,
y ante tu Palabra sentir, aliento para seguirte.
Enséñame, Señor, a proceder- como Tú procediste.
(Ecos del Salmo y Gloria)
Antífona: El amor no dice basta. Amor y más amor, que nunca dice basta.
Lectura del libro del profeta Isaías 52, 13-53, 12
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano; así asombrará a muchos pueblos: ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito.
¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como un brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza, lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como un cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron.
¿Quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo
hirieron. Le dieron sepultura con los malhechores; porque murió con los malvados, aunque no había cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años; lo que el Señor quiere prosperará por sus manos. A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará; con lo aprendido, mi siervo justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos. Por eso le daré una parte entre los grandes, con los poderosos tendrá parte en los despojos; porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, y él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Palabra de Dios
Reflexión
El Cirineo ayuda al Señor a llevar la Cruz
Cada uno de nosotros tenemos nuestra vocación, hemos venido al mundo para algo concreto, para realizarnos de una manera particular.
Nos podríamos preguntar, ¿cuál es la mía y cómo la llevo a cabo? Pero hay algo, Señor, que es misión mía y de todos: la de ser cirineo de los demás, la de ayudar a todos.
Cristo-Jesús vino a enseñarnos que teníamos que vivir al servicio de los otros, compartiendo la propia vida, los sentimientos más profundos, lo que somos y lo que nos hace ser felices.
Hemos de saber compartir la alegría y estar al servicio de los demás, y ser conscientes y sensibles a los dolores que hieren nuestros cuerpos, nuestras almas y nuestro ser, y que también se han de compartir.
n que el dolor compartido es menos dolor. Estamos envueltos cada día en el dolor en enfermedad, las guerras, la situación de tantas personas que cada día cargan con la cruz por diferentes motivos y situaciones. Es ahí donde Cristo sigue muriendo. Hoy es un día para contemplarle a El incluso en nuestras propia cruces personales y aquellas que también cargamos en la vida de los otros.
Queremos que Él hoy también nos utilice para ser sus cirineos en tantos hermano/as, que están cada día cerca de nosotros y que necesitan que caminemos con ellos. Es ahí donde podemos acompañar hoy a Jesús para aliviar el peso de su cruz.
Cirineo
¿Quién ayuda a quién?
¿Quién me abrió los ojos a la eternidad?
¿Quién lavó con sangre mi fragilidad?
¿Quién me ama hasta la muerte de verdad?
¿Quién abraza a quién?
Qué ligero el peso si lo llevas tú
¿Cuánto suman dos miradas y una Cruz?
Quiero ser un cirineo de Jesús
Quiero ser tu cirineo, mi Jesús
Dame tu vida, Señor Dame tus brazos, tu voz
Sobre la Cruz, mi corazón
Se hace grande en tu dolor
Por amor, por amor
¿Quién espera a quién?
¿Quién me llama por mi nombre como tú?
¿Quién amó su noche para darme luz?
Quiero ser un cirineo de Jesús
Quiero ser tu cirineo, mi Jesús
Toma mi vida, Señor
Toma mis brazos, mi voz
Sobre la cruz, mi corazón
Se hace grande en tu dolor
Por amor, por amor
Oración final
ABBA,
en la oscuridad del viernes santo,
solo nos quedas Tu.
Tu eres nuestro refugio,
nuestra esperanza,
nuestra victoria.
Nos ponemos en tus manos.
Te entregamos nuestro Espíritu.
Contigo nunca quedaremos defraudados.
dinámica de la comida:
viernes 7 abril
Con los ojos puestos en la realidad
El Gólgota es un lugar cargado de densidad porque ese monte sostuvo la cruz y en la cruz está la vida. La cruz, de hecho, es el centro de la Historia para los cristianos. Es nuestro signo.
Hoy también queremos partir de la realidad, pues nos ayuda a profundizar y participar del misterio de la muerte en la cruz. No siempre nos es fácil reconocer que Jesús tuviera que pasar por la muerte, y de la misma manera hoy aún nos cuesta identificarle en las situaciones más sufrientes. Por ello, hoy especialmente, meditamos esta palabra que nos puede iluminar nuestro proyecto de vida como cristianos.
Lectura Evangélica:
Mt 25, 31-40
Cuando el Hijo del Hombre llegue con majestad, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria y ante él comparecerán todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Colocará a las ovejas a su derecha y a las cabras a su izquierda. Entonces el rey dirá a los de la derecha: Venid, benditos de mi Padre, a heredar el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era inmigrante y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, estaba encarcelado y vinisteis a verme. Los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber, inmigrante y te recibimos, desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y fuimos a visitarte? El rey les contestará: Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno solo de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis.
Material de reflexión
Te dejamos ahora este testimonio de una joven, Nador, para que nos haga de ventana de la realidad. No tengas miedo en adentrarte, intentar poner rostros, imágenes, voces…
"Semillas en el mar"
Tengo el corazón encogido, y escribo todavía con un nudo en la garganta. Hoy ha sido un día trágico. Un jour noir, como he oído decir a alguno por aquí. Esta mañana, antes de partir al bosque, Ester (la psicóloga) nos ha avisado de que esta noche había naufragado una patera con 66 personas, entre ellas muchos de los migrantes que conocemos y que hemos estado tratando estas semanas. Entre ellos estaba Adu, un jovencito de 18 años que hace de «relai comunitario», es decir, nos ayuda como interlocutor. No tenían noticias de él y su teléfono estaba desconectado. Ester nos pide que si visitamos a alguno de los supervivientes preguntemos por él. La primera llamada ya nos pone en situación. Es Moussa, de 27 años. Nos llaman sus amigos pues él a duras penas puede hablar. Llegamos al bosque y no lo encontramos en el punto de encuentro, hasta que vemos en la lejanía unas figuras acercándose, entre ellas una que viene cogida en brazos entre otros dos. Acudimos hasta él con las mochilas y todo el material médico. Apenas puede mantenerse en pie, y al preguntarle sus datos no nos responde. Tiene la mirada perdida. Le indicamos que se siente, y me arrodillo a su lado, mientras le tomamos la tensión. Consigo entender que ha tragado mucha agua, le quema la garganta y está helado. Y deshidratado. Cuando le pregunto qué ha pasado finalmente baja el mentón y rompe a llorar. «J'étais le premier qui est tombé dans l'eau, et le gilet ne marchait pas». Nos dice que ha estado frente a la muerte, y que en el último momento, pensando que no volvería a ver a su mujer y su hija, se ha puesto a rezar. «C'est la prière qui m'a sauvé. J'ai appelé a Dieu, et c'est lui qui m'a sauvé». Nos dice convencido entre lágrimas que Dios le ha salvado la vida. Le aprieto fuerte la mano, seguro que sí. Le preguntamos por los demás, si conoce a Adu, y vuelve a romper a llorar. Mientras le atendemos nos dicen sus amigos que hay más gente, que ya vienen.
Aparecen entre los árboles muchas siluetas avanzando lentamente, apoyándose unos en otros. Llegan donde estamos y se tiran directamente al suelo. Cinco mujeres, una niña y otro hombre. Voy a ver a la niña, entre cacareo de dientes me dice su nombre. Se llama Aisha y tiene 11 años. Su madre a su lado, se quita el pañuelo de la cabeza y le cubre los hombros, como si esta tela de seda pudiera ayudarla a dejar de tiritar. La imagen es desoladora, todos en el suelo tumbados y exhaustos, algunos todavía temblando. Trini y yo nos miramos; esta gente necesita mantas, agua y comida caliente. Llamamos al equipo psicosocial para pedirles que traigan todo el material. Mientras hablamos, de pronto oigo una voz rota y afónica detrás de mí. «Bon jour ,Tesa». Gracias a Dios, es Adu. El chaval que recuerdo del otro día cuando hicimos la actividad en el bosque, solo que con los labios cortados y la tez llena de sal. Aparecen también otros miembros del campamento, a acompañarles y apoyarles. Me parece brutal como se cuidan entre ellos y el espíritu de solidaridad que desprenden. Hoy han sido ellos, pero cualquier día pueden ser los siguientes. Siento que en realidad es la propia comunidad quien sostiene a los supervivientes, mientras que nosotros solo les acompañamos.
El resto de la mañana ha sido ir viendo uno tras otro, atendiéndoles mientras nos narraban su testimonio. Parecía que necesitaban gritar lo que había pasado. Han muerto 14 personas, entre ellas 4 mujeres y 3 bebés.
Mientras exploro a uno de los chicos me doy cuenta de que tiene toda una dentadura marcada en su brazo. Me cuenta que ha sido una de las mujeres, que al pelear por su vida agarrándose a él que aún estaba en la lancha, le ha mordido el antebrazo y ha tenido que golpearla para que no cayeran los dos. Me dice que ha visto como se hundía. Casi parece que me pida perdón, se excusa diciéndome que estaba luchando por sobrevivir. Quién soy yo para juzgar nada, cuando todo lo que me cuentan me parece espantoso.
Al final, hablando con Àlvar y el resto de equipos, hemos decidido traer con nosotros a los más vulnerables y afectados. Nos hemos coordinado todos los equipos, médico, psicosocial, equipo de mujer, residencia... Y entre todos hemos acogido la situación. Me doy cuenta de cuán importante es nuestra misión aquí, y cuántas vidas conmocionadas hemos atendido hoy, trabajando todos a una. Ahora están en colchones durmiendo en la iglesia. Me he pasado por la tarde a verlos y ayudarles con la cena. Veo entre las mujeres a Karima, una de las mamás que tuvimos acogidas no hace mucho en la residencia tras dar a luz. Uno de los bebés muertos es el suyo. No tengo palabras para describir la expresión en la cara de esta mujer. Me acerco a darle las buenas noches a Moussa, que vuelve a «bendecirnos» por estar allí.
Me parece una escena emocionante para acabar el día, verles durmiendo todos juntos en el suelo de la iglesia, custodiados por las figuras de los santos y la cruz en el centro. Esta noche el Señor duerme acompañado.
Y hoy, que es el día de todos los santos jesuitas, me he visto con la necesidad de ir a misa a pedir por todos. Dice el evangelio de hoy que «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, es imposible que de fruto». Y yo me pregunto, qué hay de aquellos que caen en agua salada, en vez de en tierra firme, ¿darán fruto también? Espero que los acojas a todos en tus brazos, Señor.
Diario del 5 de Noviembre de 2020, de Tesa Reimat Corbella
(*) Los nombres han sido modificados para respetar la intimidad de las personas
Ahora te invito a que cierres los ojos y te sitúes en medio de la escena. Repásala de nuevo, como si presente te hallaras. Ahí, en medio de esas personas, en la agitación del momento... acompañándoles con tu presencia. Puedes acercarte a ellos, acogerles, hablarles, etc. Haciendo uso de la imaginación sumérgete en su mundo.
Y de añadido, os dejamos estas canciones por si os ayudan, pero que no os despisten!!!
ADORACIÓN DE la cruz:
viernes 7 abril
El que muere por mí
Todo empezó en una cruz
Donde un hombre murió y un Dios se entregó
Silenciosa la muerte llegó
Extinguiendo la luz que en un grito se ahogó
Viendo su faz de dolor
Una madre lloró y su amigo calló
Pero siendo una entrega de amor
Su camino siguió y en algún otro lado
Una luz se encendió
Siendo hombre, amigo, esclavo y maestro
Siendo carga pesada, profesor y aprendiz
Entregó hasta su cuerpo en el pan y la vid
Desde entonces lo he visto caminar a mi lado
A ese Dios que se humilla y muere por mi
Es la barca en mi playa, el ruido del silencio
Que se acerca a su hijo y me abraza feliz
Que se acerca a su hijo y me abraza feliz
Viendo un humilde calvario
Con rostro cansado soporta la cruz
Y al verme rezando a sus pies
Se olvida de Él, me toma en sus brazos
Y me acoge otra vez
Siendo fuego, paloma, el agua y el viento
Siendo niño inocente, un Padre y pastor
Hoy acepta mi ofrenda, es mi vida Señor
Desde entonces lo he visto caminar a mi lado
A ese Dios que se humilla y muere por mi
Es la barca en mi playa, el ruido del silencio
Que se acerca a su hijo y me abraza feliz
Que se acerca a su hijo y me abraza feliz
Y si ahora yo acepto esa cruz
Es por esa persona ese Dios
Es por Cristo Jesús
Desde entonces lo he visto caminar a mi lado
A ese Dios que se humilla y muere por mi
Es la barca en mi playa, el ruido del silencio
Que se acerca a su hijo y me abraza feliz
Desde entonces lo he visto caminar a mi lado
A ese Dios que se humilla y muere por mi
Es la barca en mi playa, el ruido del silencio
Que se acerca a su hijo y me abraza feliz
Que se acerca a su hijo y me abraza feliz
Introducción
Aquí nos tienes, Señor, queremos quedarnos junto a ti en esta noche Santa y seguir acompañándote. A esta hora queremos dejar a tus pies nuestras propias cargas a veces impuestas por la sociedad y otras tantas por nuestros egoísmos, pero queremos aprender de ti, Jesús, la mansedumbre y la humildad para confiarnos plenamente en ti como tú confiaste en el padre.
Jesús, con tu sacrificio y entrega, has transformado la más grande iniquidad en el amor mas grande. Hoy hay verdaderos mártires que ofrecen su vida contigo al confesar la fe.
Que bello será que todos nosotros, al final de nuestra vida, con nuestros errores, pecados, también con nuestras buenas obras, nuestro amor al prójimo, podamos decir al Padre como tu: “Está cumplido”. Adorando la cruz, mirándote Jesús, pensamos en el amor, en el servicio en nuestra vida, en los mártires cristianos y también nos hace bien pensar sobre el final de nuestra vida. Ninguno sabemos cuándo sucederá esto. Pedimos la gracia de poder decir: Padre, he hecho lo que he podido. Está cumplido.
Salmo 21
Antífona:
In manus tuas Pater,
commendo spiritum meum,
in manus tuas Pater,
commendo spiritum meum
Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.»
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.
Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel
(Ecos del Salmo y Gloria)
Antífona:
In manus tuas Pater,
commendo spiritum meum,
in manus tuas Pater,
commendo spiritum meum
Lectura Evangélica:
Mt 27, 27-32
Entonces los soldados del gobernador condujeron a Jesús al pretorio y reunieron en torno a él a toda la cohorte. Lo desnudaron, lo envolvieron en un manto escarlata, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza, y una caña en su mano diestra. Después, burlándose, se arrodillaban ante él y decían: ¡Salve, rey de los judíos! Le escupían, le quitaban la caña y le pegaban con ella en la cabeza. Terminada la burla, le quitaron el manto y le pusieron sus vestidos. Después lo sacaron para crucificarlo.
Silencio
Reflexión con Juan
Juan: Mi nombre es Juan, sí, ese Juan que aparece en el evangelio. Uno de los suyos. uno de los que, como todos, también se llenó de miedo, huyó, y sólo me atrevía a seguir su camino desde lejos. Todavía recuerdo, lo que pasó aquella tarde. Yo también fui testigo de un amor hasta el extremo.
N1: Desde la hora sexta quedó en tinieblas toda aquella tierra hasta la hora nona. Hacia la hora nona, exclamó Jesús: “¡Dios mío, Dios mío ¡¿Porqué me has abandonado?”.
N2: ¿Por qué?
N3: ¿Por qué?
N4: ¿Por qué me has abandonado?
N1: Algunos de los que estaban allí, decían al oírlo: “Este está llamando a Elías”. Y uno de ellos corrió en seguida a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una cañada le daba de beber. Pero los demás dijeron: ¡déjalo! Vamos a ver si viene Elías a salvarlo.
N2: Que venga Elías a salvarlo.
N3: Déjalo.
N1: Entonces Jesús, gritando de nuevo exhaló el espíritu. (Pausa de silencio)
N1: Y al momento, el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló
N2: Tembló.
N3: (más alto) ¡La tierra se estremeció!.
N4: (mucho más alto) ¡¡Se estremeció!!
N1: La tierra tembló y las rocas se hundieron; los sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de los santos ya muertos resucitaron; y saliendo de los sepulcros después que Él resucitó, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús sintieron el terremoto y lo que pasaba, quedaron sobrecogidos y decían: “Realmente este era hijo de Dios”.
N2: Él era hijo de Dios.
N4: En verdad era el Hijo.
N3: (Despacio) Él era de Dios.
Juan: Cae la noche, y con ella la ilusión, la esperanza, el amor, la libertad... la oscuridad difumina en mi mente el horizonte. Con Él ha muerto el futuro ¿Y ahora qué?, ¿A quién seguir?, ¿En quién confiar? Todos los proyectos, tantas ilusiones, y ahora quien nos guiará, el miedo recorre mi cuerpo y mi mente sigue turbada por los acontecimientos, todo mi mundo está sangrando con Él en la cruz. Y yo vuelvo a preguntar... ¿Y ahora qué?
Indiferencia ¿quizá?, ¿se acabó?, acaso ¿todo fue un sueño? Lo mejor será dejar las cosas como están, como si no hubiese pasado nada. ¿No hay solución? lo único que podemos hacer es llorar por lo que pudo ser y no fue.
Pero... también podemos levantar la cabeza, ¿y el amor?, es una buena solución ¿no?, ¿es que ya has olvidado todo lo que Él dijo?, ¿acaso no aprendiste nada?, tanto tiempo junto a Él y ¿todavía no has entendido el verdadero mensaje?, Él no hablaba de llanto, sino de alegría, no quería miedo sino confianza, hablaba de Amor, y hablaba de VIDA, ¿lo recuerdas?... es momento DE PONERSE EN CAMINO, es momento de vivir este amor, es momento de ser testigos de la Luz, testigos de un amor que se entrega.
Antífona:
Sé mi luz, enciende mi noche. (bis)
Sé mi luz, enciende mi noche, mi noche, sé mi luz.
Seguimos acompañando a Juan, el discípulo amado, queremos sentirnos cerca de la esta cruz que ya no es símbolo de sufrimiento, sino del amor.
Juan: Los cristianos nos llamamos testigos, pero ¿de qué estamos siendo testigos? Vamos a escuchar a tres objetos que fueron testigos mudos de una historia que sucedió hace cerca de 2000 años. Casi todos la conocemos, pero la mayoría ignoramos que esta historia se repite día tras día en todos los lugares del mundo, y que en ella nosotros también somos testigos.
CORONA DE ESPINAS
Yo fui testigo del dolor de Jesús, yo estuve con Él en la cruz. Unos soldados me arrancaron de donde me había criado. Comenzaron a trenzarme entre burlas y gritos y a dar forma a mis ramas. Decían que yo sería la corona de un gran rey, del rey de los judíos. No lo entendí, pero me sentí feliz. Ya estaba bien de no servir para nada sino para que los pájaros, las mariposas.anidaran en mis ramas ¡por fin todos comprenderían que yo no era una rama cualquiera!. Yo iba a ser la corona de un rey.
De pronto, sin saber cómo, ya estaba colocada sobre la cabeza de ese hombre. ¡qué sorpresa me llevé!. No iba vestido con lujo, nadie lo aclamaba, al contrario, muchos le increpaban y proferían insultos contra él. Esto no era lo que me había imaginado.
Entre tanto, casi sin darme cuenta, comencé a clavar las espinas en aquella cabeza. El dolor que yo le producía era cada vez más intenso en mí, porque sabía que era inocente. Recuerdo que me sentí muy mal. Entonces lo comprendí todo. Él si era un rey, pero su reino era distinto al que yo pensaba. Él era el rey de la paz, del amor, de la caridad. Él no deseaba poder, Él no había venido a imponer sus ideas con la fuerza. Por eso a Cristo no le estaban quitando la vida, sino que Él la estaba dando libremente, no le quitó la vida la violencia de los hombres sino la violencia de su amor.
Una gran lección me dio Cristo ese día: debemos luchar para no estar al servicio de los reyes de este mundo: el poder, el dinero, la diversión y estar así dispuestos a dar la vida por lo demás, a que en nuestras vidas reine el AMOR.
Ahora es el momento de que decidas de qué parte, estas. Optar por la cruz es saber que el dolor llega y que no vas a renunciar a él, sino a darle sentido desde el amor. Si adoras la cruz debes empezar a limar tus espinas.
Antífona:
En mi debilidad me haces fuerte,
en mi debilidad me haces fuerte.
Sólo en tu amor me haces fuerte,
sólo en tu vida me haces fuerte.
En mi debilidad te haces fuerte en mí.
TÚNICA
Le desnudaron y me echaron encima de Él... simplemente era un trozo de tela olvidada en un baúl, donde nadie se iba a acordar de mí. No sabía por qué motivo había salido de mi escondite, alguien me sacó para cubrir a aquel que acababa de ser juzgado. Por unos momentos sentí que volvía a ser útil, fui vestimenta y compañera de Jesús. Cubría sus miembros dolientes, pero qué poco duró, mientras a Jesús lo crucificaban yo era motivo de discordia. Sólo una cosa invadió todo mi ser, la tristeza de ver como algunos se enriquecían con el sufrimiento de otros, cómo me echaban a suertes y olvidaban el sufrimiento y el dolor del que pendía en la cruz. Quién me iba a decir a mí que no sólo iba a hacer que olvidaran el dolor de Jesús, sino que además se enriquecían gracias a mí.
Muchas veces nosotros sembramos la discordia. Optar por la cruz, adorar la cruz supone renunciar a muchos de nuestros deseos materiales, e incluso de realización personal. Si adoras la cruz es que estás dispuesto a renunciar cuando llegue el momento. Supone que sabrás despojarte, desnudarte de aquello que, en el fondo no es tan importante. ¿Estás dispuesto a adorar esta cruz así?
Antífona:
Oh, oh, oh, Adoramus te, Domine.
CLAVO
Yo soy uno de los clavos que sujetó a Cristo en su cruz. Fui testigo de su muerte, ¿quién me iba a decir a mí que iba a causar tanto daño? Un clavo no es una bomba atómica, ni una ametralladora, ni un terremoto, así que yo estaba tan tranquilo en mi caja de herramientas, sin preocuparme demasiado de mis actos. Era un clavo normalito, tirando a bueno, sin embargo alguien me cogió, me manipuló igual que las autoridades manipularon al pueblo judío, y me utilizó para causar sufrimiento, y nada menos que al hijo de Dios. Me dijeron que por fin iba a servir para algo importante. La cruz sin clavos no era más que un trozo de madera, pero con los clavos se convierte en un instrumento de tortura, ¿sabéis lo peor?, por un instante me creí importante, hasta el momento que las últimas palabras de aquel hombre estremecieron el aire, y el calor de su sangre casi me funde:” perdónalos porque no saben lo que hacen” .
¿Quién era aquel que tanto me amaba? Yo nunca sé lo que hago ¿qué horrible cosa habían hecho conmigo? Todo se me puso negro, también para mi futuro. ¿Es que yo sólo servía para destruir? ¿Quién podría después necesitarme para crear cosas hermosas y útiles? sin embargo, Cristo clavado por mi indiferencia en la cruz, me estaba perdonando, me estaba dando una nueva oportunidad para vivir, y me estaba lanzando a gritos un gran reto: te necesitan, eres imprescindible, para construir casas, instrumentos, muebles, incluso desclavar otros clavos. Lo que tú no hagas quedará sin hacer. No te quedes en tu caja de herramientas indiferente, manipulado para destruir, que sólo Dios te mueva. Y que te mueva para AMAR.
Optar por la cruz es convencerse de que otros te necesitan, es salir de la indiferencia, dejar de pensar que las cosas no son relevantes porque no me tocan a mí. Hay mucha gente que te necesita. Adora la cruz y recuerda que Dios te necesita para construir, para servir, para AMAR.
Antífona:
Cristo te necesita para amar, para amar.
Cristo te necesita para amar. (bis)
Adoración de la Cruz
Encendemos la vela que tenemos cada uno. Ella es nuestra vida, que quiere estar cerca de Jesús, de aquel que tanto nos ha amado. Siente tu calor, tu luz. Siente cuánto te ha amado y pregúntate ¿por qué me ofreces tanto amor? ¿por qué? Y siente cómo Dios te ama...
Las palabras, sin embargo se las lleva el viento. Y tú, ¿qué estás dispuesto hacer para que esto no caiga en saco roto?. Ya no sirven las buenas intenciones. Ha llegado la hora de que te mojes. El Señor ha dado la vida por ti, y ahora sólo te pide un compromiso claro. No es nada comparado con lo que Él ha dado por nosotros.
El fue valiente, y aun pudiendo ser cómodo y dejarse llevar tomó su cruz y no se quedó mirando cómo la gente sufría.
Nadie te ama como yo
Cuanto he esperado este momento,
cuanto he esperado que estuvieras así,
cuanto he esperado que me hablaras,
cuanto he esperado que vinieras a mi.
Yo se bien lo que has vivido,
se también porque has llorado,
yo se bien lo que has sufrido,
pues de tu lado no me he ido.
Pues nadie te ama como yo,
pues nadie te ama, como yo,
mira la cruz, esa es mi más grande prueba,
nadie te ama como yo.
Pues nadie te ama como yo,
pues nadie te ama, como yo,
mira la cruz, fue por ti fue porque te amo,
nadie te ama, como yo.
Yo se bien lo que me dices,
aunque a veces no me hables,
se muy bien lo que en ti sientes,
aunque nunca lo compartes.
Yo a tu lado he caminado,
junto a ti yo siempre he ido,
y algunas veces te he cargado,
yo he sido tu mejor amigo.
Pues nadie te ama como yo,
pues nadie te ama, como yo,
mira la cruz, esa es mi más grande prueba,
nadie te ama como yo.
Pues nadie te ama como yo,
pues nadie te ama, como yo,
mira la cruz, fue por ti fue porque te amo,
nadie te ama, como yo.
Ahora es el momento de que cada uno mire dentro de su corazón y cargue con su cruz. Pero al contrario que Él, tú no estarás solo, Él te ayudará en tu camino a hacer más llevadera la carga. Sé un valiente y da un paso adelante.
Noche
Noche
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Por tu iglesia, que te espera a oscuras
Por tu pueblo, que te reza guardando la aurora
Te rogamos, Te rogamos
Por las naciones paganas
Que tienen sed de ti sin saberlo
Ten piedad, ten piedad
Por los pueblos oprimidos
Por el totalitarismo
Y la opresión de la mentira
Por aquellos perseguidos por tu nombre
Que se ocultan para orar
Y por aquellos extraídos de su hogar
Por sus perseguidores, cegados por el odio
Perdónales, Padre, no saben lo que hacen
Por los que no nos aman
Por los que no sabemos amar
Por los que sufren y agonizan y hoy duermen en el hospital
Por los que hoy es su última noche
Y cuyos ojos no verán el nuevo día
Ten piedad, ten piedad
Por todos los que sufren la tentación del suicidio
Por los dispuestos a dejar ganar al mal
Por aquellos cuyas noches son interminables
Y a los que la angustia les ha quitado la paz
Kyrie Eleison, Kyrie Eleison
Kyrie Eleison, Kyrie Eleison, Kyrie Eleison
Por aquellos que trabajan en la prostitución
Y se ven obligados a vender su amor
Por los que caen en la trampa, del vicio y las drogas
Por los que hoy duermen en prisión
Por los que hoy esperan su ejecución
Por aquellos a los que torturan
Por criminales, por los ladrones
Por los que erran en soledad
Por los que sufren la indiferencia de los demás
Kyrie Eleison, Kyrie Eleison
Por la ciudad, por todos sus habitantes
Que en sus sueños, solo existas Tú
Por nuestros difuntos, que aún no han visto tu rostro
Por los alejados entre la multitud
Por los niños que descansan en el seno de su madre
Por las mujeres que van a dar a luz
Para que reine tu paz en cada hogar
Por los que quieren saciar tu sed de amar
Kyrie Eleison, Kyrie Eleison
Kyrie Eleison, Kyrie Eleison, Kyrie Eleison
Ten piedad, Ten piedad, Ten piedad
Ten piedad, Ten piedad, Ten piedad
Ten piedad, Ten piedad, Ten piedad
Ten piedad, Señor, Ten piedad
Este es el momento de olvidarnos de lo que hacen los demás y ver lo que vamos a hacer cada uno de nosotros. No te escudes en tu grupo, en tus amigos, en tu familia...
Es el momento de tomar la decisión...
El que lo desee, puede dejar la vela a los pies de la cruz, como símbolo de tu vida, a veces tenue, como casi apagada, para que Dios también, con Jesús, la haga renacer a una vida nueva, la haga iluminar, ser “luz” para los otros. El que lo desee pude expresar en algo aquello que sienta que el Espíritu le pide hoy para ponerse en camino con El.”
Padre Nuestro
Oración final
Señor, Dueño del tiempo y de la historia, como Tú yo quiero ser fuego que purifica,
luz que ilumina en medio de las tinieblas,
palabra que consuela en medio de sufrimiento.
Tú eres un Dios glorioso,
lleno de vida y de esperanzas.
Viniste al mundo para donarte y realizar un sacrificio perfecto de amor universal y romper así todas nuestras ataduras.
Tu cruz es el triunfo del amor sobre el mal,
del gozo sobre el dolor, de la verdad sobre la injusticia,
de la luz sobre la oscuridad.
Te doy gracias por esta acción poderosa y salvadora en mi vida.
Con tu gracia y tu bendición,
sé que también puedo llevar con alegría el peso de mi cruz,
porque siento que tu amor me sostiene, me fortalece y me conduce
por caminos de esperanzas.
Amén
Despedida
Hemos acompañado al Señor, confiados en que el misterio de su Pasión nos traerá la alegría de la Resurrección. Terminamos en silencio.
Seguiremos acompañando al Señor a lo largo de la noche, según el listado que juntos hemos elaborado.
Buenas Noches.
Oración de la mañana:
sábado 8 abril
Levántate y entra en tu sepulcro
Toda tu carne herida por mí,
toda tu sed clamando por mí.
Naceré de nuevo con tu sangre, Señor,
¡libre para siempre por tu Amor!
Toda mi vida sólo por Ti,
cada locura sólo por Ti.
Arderé en la Gloria de tu Cruz, mi Señor,
¡libre para siempre por tu Amor!
Por mí, por ti
Introducción
En este día tan especial, ponemos la mirada en la esperanza y en la figura de María como el mejor ejemplo de esta gran virtud. Ella que permaneció junto a la Cruz. Ya nos lo dice el Papa Francisco:
El sábado. Es el día del Triduo pascual que más descuidamos, ansiosos por pasar de la cruz del viernes al aleluya del domingo. (...) Nos vemos reflejados en los sentimientos de las mujeres durante aquel día. Como nosotros, tenían en los ojos el drama del sufrimiento. (...) Vieron la muerte y tenían la muerte en el corazón. Al dolor se unía el miedo, ¿tendrían también ellas el mismo fin que el Maestro? Y después, la inquietud por el futuro, quedaba todo por reconstruir. La memoria herida, la esperanza sofocada. Para ellas, como para nosotros, era la hora más oscura.
Pero en esta situación las mujeres no se quedaron paralizadas, no cedieron a las fuerzas oscuras de la lamentación y del remordimiento, no se encerraron en el pesimismo, no huyeron de la realidad. Realizaron algo sencillo y extraordinario: prepararon en sus casas los perfumes para el cuerpo de Jesús. No renunciaron al amor: la misericordia iluminó la oscuridad del corazón. La Virgen, en el sábado, día que le sería dedicado, rezaba y esperaba. En el desafío del dolor, confiaba en el Señor. Sin saberlo, esas mujeres preparaban en la oscuridad de aquel sábado el amanecer del «primer día de la semana», día que cambiaría la historia. Jesús, como semilla en la tierra, estaba por hacer germinar en el mundo una vida nueva; y las mujeres, con la oración y el amor, ayudaban a que floreciera la esperanza. Cuántas personas, en los días tristes que vivimos, han hecho y hacen como aquellas mujeres: esparcen semillas de esperanza. Con pequeños gestos de atención, de afecto, de oración.
Salmo de esperanza
Antífona: Ven, Amor de Dios, inunda mi alma. Ven a mí, con fuerza y poder. Ven, Amor de Dios.
A ti, Señor, levanto mis ojos
a ti que habitas en el cielo
y entre los hijos de los hombres.
Levanto mis ojos
de donde viene mi esperanza.
La esperanza me llega a borbotones de tu inmenso amor,
de que no te olvidas nunca de mí.
Muchos hombres ponen su esperanza
en que tengan suerte en el juego,
en que todo les salga bien,
en la solución de sus problemas.
Mi esperanza es pronunciar tu nombre.
Mi alegría se llama conocerte,
saber de tu bondad infinita,
más allá de donde alcanza mi razón.
tú eres una puerta abierta,
una ventana llena de luz.
Cuando los hombres me miran,
me preguntan por qué sigo creyendo,
por qué tú sigues siendo mi esperanza,
me digo:
si te conocieran,
si supieran sólo un poco de ti,
si ellos descubrieran lo que tú me has dado,
estoy seguro de que no dirían lo que dicen;
pues tú eres maravilloso,
acoges mis pies cansados.
Por eso, por todo y por siempre,
tú, Señor, eres mi esperanza.
(Ecos del Salmo y Gloria)
Antífona: Ven, Amor de Dios, inunda mi alma. Ven a mí, con fuerza y poder. Ven, Amor de Dios.
Lectura Evangélica:
Jn 19, 25-27
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al lado al discípulo predilecto, dice a su madre: —Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dice al discípulo: —Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.
Silencio
Reflexión con el Papa Francisco
El Maestro ha sido crucificado, asesinado de la forma más cruel y humillante, colgado en un patíbulo infame fuera de la ciudad: un fracaso público, el peor final posible —en esa época era el peor—. Pues bien, ese desánimo que oprimía a los discípulos no es del todo extraño a nosotros hoy. También en nosotros se condensan pensamientos profundos y sentimientos de frustración: ¿por qué tanta indiferencia hacia Dios? Es curioso, esto: ¿por qué hay tanta indiferencia hacia Dios? ¿Por qué tanto mal en el mundo? ¡Mira que hay mal en el mundo! ¿Por qué las desigualdades siguen creciendo y la anhelada paz no llega? ¿Por qué estamos tan apegados a la guerra, al hacerse mal el uno al otro? ¡Y en los corazones de cada uno, cuántas expectativas desvanecidas, cuántas desilusiones! Y también, esa sensación de que los tiempos pasados fueron mejores y que, en el mundo, quizá también en la Iglesia, las cosas no van como antes… En resumen, también hoy la esperanza parece a veces sellada bajo la piedra de la desconfianza. E invito a cada uno de vosotros a pensar en esto: ¿dónde está tu esperanza? Tú, ¿tienes una esperanza viva o la has sellado ahí, o la tienes en el cajón como un recuerdo? Pero ¿tú esperanza te empuja a caminar o es un recuerdo romántico como si fuera algo que no existe? ¿Dónde está tu esperanza, hoy?
En la mente de los discípulos permanece fija una imagen: la cruz. Y ahí ha terminado todo. Ahí se concentraba el final de todo. Pero poco después descubrirían precisamente en la cruz un nuevo inicio. Queridos hermanos y hermanas, la esperanza de Dios brota así, nace y renace en los agujeros negros de nuestras expectativas decepcionadas; y esta, la esperanza verdadera, sin embargo, no decepciona nunca. Pensemos precisamente en la cruz: del terrible instrumento de tortura Dios ha realizado el mayor signo del amor. Ese madero de muerte, convertido en árbol de vida, nos recuerda que los inicios de Dios empiezan a menudo en nuestros finales. Así Él ama obrar maravillas. Hoy, por tanto, miremos al árbol de la cruz para que brote en nosotros la esperanza: esa virtud cotidiana, esa virtud silenciosa, humilde, pero esa virtud que nos mantiene en pie, que nos ayuda a ir adelante. Sin esperanza no se puede vivir. Pensemos: ¿dónde está mi esperanza? Hoy, miremos al árbol de la cruz para que brote en nosotros la esperanza: para ser sanados de la tristeza. (...)
¡Cuántas miradas tristes! Gente triste, gente que hablaba consigo misma, gente que caminaba solamente con el teléfono, pero sin paz, sin esperanza. ¿Dónde está tu esperanza hoy? Hace falta un poco de esperanza para ser sanados de la tristeza de la que estamos enfermos, para ser sanados de la amargura con la que contaminamos a la Iglesia y al mundo. Hermanos y hermanas, miramos el Crucifijo. ¿Y qué vemos? Vemos a Jesús desnudo, Jesús despojado, Jesús herido, Jesús atormentado. ¿Es el final de todo? Ahí está nuestra esperanza.
Comprendamos entonces que en estos dos aspectos renace la esperanza que parece morir. En primer lugar, vemos a Jesús despojado: de hecho, «una vez que lo crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes» (v. 35). Dios despojado: Él que tiene todo se deja privar de todo. Pero esa humillación es el camino de la redención. Dios vence así sobre nuestras apariencias. A nosotros, de hecho, nos cuesta ponernos al desnudo, decir la verdad: siempre tratamos de cubrir la verdad porque no nos gusta; nos revestimos de exterioridad que buscamos y cuidamos, con máscaras para camuflarnos y mostrarnos mejor de lo que somos. Es un poco como la costumbre del maquillaje: maquillaje interior, parecer mejor que los otros… Pensamos que lo importante es ostentar, aparentar, para que los otros hablen bien de nosotros. Y nos adornamos de apariencias, nos adornamos de apariencias, de cosas superfluas; pero así no encontramos paz. Luego el maquillaje se va y tú te miras al espejo con la cara fea que tienes, pero verdadera, la que Dios ama, no esa “maquillada”. Y Jesús despojado de todo nos recuerda que la esperanza renace diciendo la verdad sobre nosotros —decir la verdad a uno mismo—, dejando caer las dobleces, liberándonos de la pacífica convivencia con nuestras falsedades. A veces, estamos tan acostumbrados a decirnos falsedades que convivimos con las falsedades como si fueran la verdad y terminamos por envenenarnos con nuestras falsedades. Lo que hace falta es volver al corazón, a lo esencial, a una vida sencilla, despojada de tantas cosas inútiles, que son sucedáneos de esperanza. Hoy, cuando todo es complejo y se corre el riesgo de perder el hilo, necesitamos sencillez, redescubrir el valor de la sobriedad, el valor de la renuncia, de limpiar lo que contamina el corazón y entristece. Cada uno de nosotros puede pensar en algo inútil de lo que puede liberarse para reencontrarse. Piensa tú, cuántas cosas inútiles. (...)
Dirigimos una segunda mirada al Crucifijo y vemos a Jesús herido. La cruz muestra los clavos que le atraviesan las manos y los pies, el costado abierto. Pero a las heridas del cuerpo se añaden las del alma: ¡cuánta angustia! Jesús está solo: traicionado, entregado y renegado por los suyos, sus amigos, también sus discípulos, condenado por el poder religioso y civil, excomulgado, Jesús siente incluso el abandono de Dios (cfr. v. 46). Sobre la cruz aparece además el motivo de la condena, «Este es Jesús: el Rey de los judíos» (v. 37). Es una burla: Él, que había huido cuando trataban de hacerle rey (cfr. Jn 6,15), es condenado por haberse hecho rey; incluso no habiendo cometido crímenes, es colocado entre dos criminales y se prefiere al violento Barrabás (cfr. Mt 27,15-21). Jesús, en fin, está herido en el cuerpo y en el alma. Me pregunto: ¿de qué forma ayuda esto a nuestra esperanza? Así, Jesús desnudo, privado de todo, de todo; ¿qué dice esto a mi esperanza?, ¿cómo me ayuda?
También nosotros estamos heridos: ¿quién no lo está en la vida? Y muchas veces, con heridas escondidas que escondemos por la vergüenza. ¿Quién no lleva las cicatrices de decisiones pasadas, de incomprensiones, de dolores que permanecen dentro y es difícil superar? ¿Pero también de daños sufridos, de palabras cortantes, de juicios inclementes? Dios no esconde a nuestros ojos las heridas que le han traspasado el cuerpo y el alma. Las muestra para hacernos ver que en Pascua se puede abrir un pasaje nuevo: hacer de las propias heridas focos de luz.(...)
Hermanos y hermanas, el punto no es estar heridos poco o mucho por la vida, el punto es qué hacer con mis heridas. Las pequeñas, las grandes, las que dejarán una marca en mi cuerpo, en mi alma para siempre. ¿Qué hago yo con mis heridas? ¿Qué haces tú y tú con tus heridas? “No, Padre, yo no tengo heridas” – “Estate atento, piensa dos veces antes de decir eso”. Y te pregunto: ¿qué haces con tus heridas, las que sólo tú sabes? Tú puedes dejar que se infecten de rencor, tristeza o puedes unirlas con las de Jesús, para que también mis llagas se vuelvan luminosas.(...)
Nuestras heridas pueden convertirse en fuentes de esperanza cuando, en lugar de compadecernos de nosotros mismos o esconderlas, enjugamos las lágrimas de los demás; cuando, en vez de guardar rencor por lo que nos quitan, nos preocupamos de lo que les falta a los demás; cuando, en lugar de hurgar en nosotros mismos, nos inclinamos hacia los que sufren; cuando, en vez de tener sed de amor por nosotros, saciamos a los que nos necesitan. Porque sólo si dejamos de pensar en nosotros mismos, nos encontramos. Pero si seguimos pensando en nosotros mismos ya no nos encontraremos. Y haciendo esto —dice la Escritura— nuestra herida cicatriza rápidamente (cfr. Is 58, 8), y la esperanza florece de nuevo. Pensad: ¿qué puedo hacer por los otros? Estoy herido, estoy herido de pecado, estoy herido de historia, cada uno tiene la propia herida. ¿Qué hago? Estoy herido de pecado, estoy herido de historia, cada uno tiene la propia herida. ¿Qué hago: lamo mis heridas así, toda la vida? ¿O miro las heridas de los otros y voy con la experiencia herida de mi vida, a sanar, a ayudar a los otros? Este es el desafío de hoy, para todos vosotros, para cada uno de vosotros, para cada uno de nosotros. Que el Señor nos ayude a ir adelante.
De la homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual 2020
Madre, ¿qué vale todo el universo y el poder
Frente a una sola llaga de tu Hijo?
Madre, ¿qué ven tus ojos cuando lloras junto a Él,
Cuando le besas todas las heridas?
Madre, quiero ver lo que tú ves.
Madre, ¿a dónde fueron las palabras que escuché?,
¿a dónde fue el calor de sus latidos?
Madre, ¿a dónde fue tu Amado?, yo lo buscaré,
Y lo pondré al abrigo de tus brazos,
Madre, donde Dios quiso nacer.
Mécele en tus brazos esta noche como ayer,
Bajo el frío y el misterio de Belén.
Sólo con su sangre volveremos a nacer,
Con la sangre de Jesús de Nazaret.
Madre, yo bajaré temblando a Cristo de la Cruz,
Lo cubriremos juntos de caricias.
Madre, me asomaré al costado abierto de su amor,
Y miraré lo cielos nuevos
Donde adoran a tu Hijo vencedor.
No hay dolor tan grande comparable a tu dolor,
No hay más vida que la muerte por amor.
Cuando todos huyan, cuando pierdan la razón,
Velaré contigo el Rostro de mi Dios.
Madre, átame fuerte con tus brazos a la Cruz.
No quiero más tesoro que sus clavos.
Madre, quiero mirarte cuando no encuentre la luz,
Y recorrer contigo cada paso,
Madre, del camino de la Cruz.
Guárdame en tus brazos esta noche junto a Él,
Venceremos a la muerte con la fe.
Calmaremos juntos el deseo que escuché
De sus labios que aún repiten "Tengo sed",
De sus labios que aún me dicen "Tengo sed".
Madre
Oración final
Oh María,
tú resplandeces siempre en nuestro camino
como un signo de salvación y esperanza.
A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos,
que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del pueblo romano,
sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que lo concederás
para que, como en Caná de Galilea,
vuelvan la alegría y la fiesta
después de esta prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que Jesús nos dirá,
Él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo
y se cargó de nuestros dolores
para guiarnos a través de la cruz,
a la alegría de la resurrección. Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios,
no desprecies nuestras súplicas en las necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
Amen
mi vida a la luz del sábado santo:
sábado 8 abril
Introducción
Hoy sábado es un día sin liturgia, no hay lecturas, no hay evangelio del día, es un día vacío, es un día de “desierto”.
Jesús murió ayer en la cruz como consecuencia de su vida comprometida con los pobres y con el anuncio de la Buena Nueva.
Hoy es un día para sentir, para sentir profunda e internamente cómo ese Dios bueno se ha entregado y rendido, se ha dejado matar y cómo deja padecer a la humanidad tan cruelmente, cuando podría haberlo hecho distinto. Es un día para sentir “cómo la divinidad se esconde” (E.E. 196)
Hoy es un día donde la tentación nos pide pasar página rápido, pasar de puntillas por todo este vacío porque nos sabemos el final gozoso.
Se nos invita a pasar despacio, a meterme hasta dentro en esta sensación profunda, a vivirla y soportarla de forma intensa e interna. Hoy es un día para estar con el dolor, a estar con el vacío, a estar con el fracaso, a estar con mi impotencia, con mi vulnerabilidad. A estar sin querer salir rápido. Simplemente a estar.
¿Qué quiere hoy el Señor de mí?
¿Qué me pides que transforme en mi interior para que este vacío y este desierto me cambie de verdad?
¿Hasta dónde tengo que descender a mi miseria, vulnerabilidad, pequeñez, para ser capaz de esperar contra toda falta de esperanza?
Estar hoy en esta emoción, sin prisas, a fuego lento, sin adelantarme, simplemente estar…
Ya habrá tiempo de salir y anunciar la Buena Nueva, pero más adelante, solo después de haber pasado con profundidad por este sábado estéril.
¿Qué es un Desierto?
Dios quiere que te encuentres con él en lo más profundo de tu alma y te llama a salir durante un tiempo del mundo (física o espiritualmente) para vivir a solas con él, para hablarte al corazón y seducirte. Aquí encontrarás pistas para responder a esta gracia especial y entrar en el desierto.
Para entender de qué estamos hablando te puede servir lo que dice Carlos de Foucauld, que hizo de la experiencia de desierto su forma de vida:
¿Cómo hacerlo?
En desierto en una experiencia personal, en la que solo estáis tú y el Señor. Por ello, en la medida de lo posible, trata de buscar un lugar que te permita el silencio, el recogimiento, en el que no tengas distracciones.
Te irá bien tener a mano una Biblia y un cuaderno donde puedas ir tomando alguna nota de tu reflexión, de tu oración. No hay que pretender rellenar el tiempo con lecturas o textos en abundancia.
El desierto NO consiste en leer este documento de arriba a abajo ni en estar escribiendo toda la mañana, si no en entresacar de este material que se os propone, aquello que más nos inspire interiormente y mueva mi corazón para orar en silencio. Y para que Dios hable tenemos que hacer silencio, pero no solo exterior, sino también interior, dejar espacios de reflexión, dejar que la Palabra y su voz nos llegue al corazón.
MATERIALES QUE TE PUEDEN AYUDAR:
1. Una canción:
Te repararé
Cuando das lo mejor de ti, pero no tienes éxito,
Cuando obtienes lo que quieres, pero no lo que necesitas,
Cuando te sientes tan cansado... pero no puedes dormir.
Atascado marcha atrás.
Y las lágrimas caen por tu rostro
Cuando pierdes algo que no puedes reemplazar
Cuando amas a alguien, pero se echa a perder
¿Podría ser peor?
Las luces te guiarán a casa y
encenderán tus huesos.
Yo intentaré repararte.
En lo alto de la cima o por debajo,
Cuando estás demasiado enamorado para dejarlo ir.
Pero si no lo intentas, nunca sabrás lo que vales.
Las luces te guiarán a casa y encenderán tus huesos
Yo intentaré repararte
Las lágrimas caen por tu cara
cuando pierdes algo que no puedes reemplazar
Las lágrimas caen por tu cara
Y yo...
Las lágrimas caen por tu cara
Te prometo que aprenderé de mis errores
Las lágrimas caen por tu cara
Y yo...
Las luces te guiarán a casa
Y encenderán tus huesos
Y yo intentaré repararte
Reflexión
Para empezar esta mañana de desierto te pedimos que entres en la letra de esta canción de Coldplay.
¿Quién no se ha sentido alguna vez en situaciones así: atascado, confundido, cansado sin poder dormir…? Posible-mente los apóstoles se sintieron así la mañana del Sábado Santo: desorien-tados, desconcertados, llenos de dudas, en silencio… ¿has experimentado algo así alguna vez?
Sin embargo, el sábado es un paso necesario para llegar a la Pascua. Lo dice la canción: cuando sientes que nada tiene sentido, que te has equivocado, que no sabes por dónde tirar...las luces te guiarán a casa y el Señor te sanará, te arreglará, te reparará…. porque Él es LUZ en nuestras vidas, y es el faro que las puede guiar, con la seguridad de que es el único faro que siempre, siempre va a estar ahí. Él sabe lo que vales y te abraza.
Pero nuestra vida, nuestro camino, pasa por momentos de estos. Reflexiona:
Como cristianos, queremos poner nuestra vida a la luz de Jesús, y es necesario hacerse la pregunta ¿Qué quieres Dios para mí, para mi vida? Podemos vivir de forma improvisada, o
podemos trazar un plan, una guía que nos ayuda a caminar intentando siempre hacerlop cerca de Jesús. Por ello es importante que tracemos nuestro proyecto más importante, nuestro Proyecto Personal de Vida.
2. Una lectura evangélica: Lc 23, 48 – 56
Al ver lo que sucedía, el centurión glorificó a Dios diciendo: Realmente este hombre era inocente. Toda la multitud que se había congregado para el espectáculo, al ver lo sucedido, se volvía dándose golpes de pecho. Sus conocidos se mantenían a distancia, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea lo observaban todo. Había un hombre llamado José, natural de Arimatea, ciudad de Judea. Pertenecía al Consejo, era justo y honrado y no había consentido en la decisión de los otros ni en su ejecución, y esperaba el reino de Dios. Acudió a Pilato y le pidió el cadáver de Jesús. [53] Lo descolgó, lo envolvió en una sábana y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca, en el que todavía no habían enterrado a nadie. Era el día de la preparación y estaba al caer el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás para observar el sepulcro y cómo habían colocado el cadáver. Se volvieron, prepararon aromas y ungüentos, y el sábado guardaron el descanso de precepto.
3. Una oración:
Muda se ha quedado la tierra……
muda toda la creación….
mientras duerme el sueño de la muerte,
Jesús, el Señor.
Silencio de Dios,
silencio insoportable,
silencio para pensar y proyectar futuro nuevo,
silencio para recorrer caminos,
que parecen imposibles
Silencio para echar a andar
en medio de la niebla
y las tinieblas.
Silencio de Dios
Silencio. Silencio. Silencio
Ahora que todo está en silencio, Señor,
quiero hablar, quiero hablarte.
¿Dónde está tu rostro?
¿Dónde tus palabras amigas?
¿Dónde los gestos que hacen caminar?
¿Dónde te escondes Dios?
En este Sábado Santo
te llamo desde mi silencio,
desde mi soledad,
desde mis ganas inmensas de oír tu voz
y sentir tu cercanía.
Déjame decirte, Señor,
¿Por qué callas tanto?
Me buscas con tu silencio.
Me pones en camino desde el silencio….
Yo, Señor, me quedo aquí
esperando que hables,
esperando que el silencio sea fecundo,
esperando tus huellas en mi camino.
Yo, Señor, sigo esperando contra toda esperanza
porque eres un Dios fiel.
Un día, cuando menos lo espere
tu palabra regará mi silencio
y la vida brotará de nuevo.
4. Una reflexión:
Desde que Jesús tomó sobre sí las llagas de la humanidad y la misma muerte, el amor de Dios ha regado nuestros desiertos, ha iluminado nuestras tinieblas. Porque el mundo está en las tinieblas. Hagamos una lista de todas las guerras que se están combatiendo en este momento; de todos los niños que mueren de hambre; de los niños que no tienen educación; de pueblos enteros destruidos por las guerras, el terrorismo. De tanta, tanta gente que para sentirse un poco mejor necesita de la droga, de la industria de la droga que mata… ¡Es una calamidad, es un desierto! Hay pequeñas “islas” del pueblo de Dios, tanto cristiano como de cualquier otra fe, que conservan en el corazón las ganas de ser mejores. Pero digámonos la realidad: en este Calvario de muerte, es Jesús quien sufre en sus discípulos. Durante su ministerio, el Hijo de Dios había derramado generosamente la vida, sanando, perdonando, resucitando… Ahora, en la hora del supremo Sacrificio en la cruz, lleva a cumplimiento la obra encomendada por el Padre: entra en el abismo del sufrimiento, entra en estas calamidades de este mundo, para redimir y transformar. Y también para liberarnos a cada uno de nosotros del poder de las tinieblas, de la soberbia, de la resistencia a ser amados por Dios. Y esto, solo el amor de Dios puede hacerlo. Por sus llagas hemos sido sanados (cf. 1 P 2,24), dice el apóstol Pedro, de su muerte hemos sido regenerados, todos nosotros. Y gracias a Él, abandonado en la cruz, nunca nadie está solo en la oscuridad de la muerte. Nunca, Él está siempre al lado: solo hay que abrir el corazón y dejarse mirar por Él.
El Sábado Santo es el día del silencio: hay un gran silencio sobre toda la Tierra; un silencio vivido en el llanto y en el desconcierto de los primeros discípulos, conmocionados por la muerte ignominiosa de Jesús. Mientras el Verbo calla, mientras la Vida está en el sepulcro, aquellos que habían esperado en Él son sometidos a dura prueba, se sienten huérfanos, quizá también huérfanos de Dios. Este sábado es también el día de María: también ella lo vive en el llanto, pero su corazón está lleno de fe, lleno de esperanza, lleno de amor. La Madre de Jesús había seguido al Hijo a lo largo de la vía dolorosa y se había quedado a los pies de la cruz, con el alma traspasada. Pero cuando todo parece haber terminado, ella vela, vela a la espera manteniendo la esperanza en la promesa de Dios que resucita a los muertos. Así, en la hora más oscura del mundo, se ha convertido en Madre de los creyentes, Madre de la Iglesia y signo de la esperanza. Su testimonio y su intercesión nos sostienen cuando el peso de la cruz se vuelve demasiado pesado para cada uno de nosotros.
5. Un personaje: María
María, Madre de los Dolores,
mujer del sábado
que, en silencio, desgarrada por el dolor,
has seguido a tu Hijo Jesús
hasta la Cruz,
permanece junto a nosotros,
que hemos sido hechos hijos tuyos por tu Hijo.
Guárdanos y defiéndenos
bajo tu manto,
mientras esperamos el nuevo día,
el día de la resurrección de tu Hijo.
María, Madre Dolorosa,
mujer del sábado,
ayúdanos a vivir este tiempo
de cruz y silencio.
Del mismo modo en que tú, Virgen Madre,
permaneciste de pie bajo la cruz de tu Hijo,
y supiste custodiar en la espera
a los discípulos de tu Hijo Jesús,
ayúdanos hoy así también a nosotros
a vivir a la espera de un tiempo bueno,
aprendiendo a no desperdiciar
esta experiencia de pasión.
María, Madre de los Dolores, Mujer del Sábado,
Cuídanos y defiéndenos,
ruega por nosotros ahora y siempre. Amén.
María, el Sábado Santo en la noche y domingo en la madrugada, es una mujer que acaba de perder a su hijo. Todas las fibras de su ser están sacudidas por lo que ha visto en los días culminantes de la pasión. Cómo impedirle a María el sufrimiento y el llanto, si había pasado por una dramática experiencia llena de dignidad y de decoro, pero con el corazón quebrantado.
María -no lo olvidemos-, es madre; y en ella está presente la fuerza de la carne y de la sangre y el efecto noble y humano de una madre por su hijo. Este dolor, junto con el hecho de que María haya vivido todo lo que había vivido en la pasión de su hijo, muestra su compromiso de participación total en el sacrificio redentor de Cristo. María ha querido participar hasta el final en los sufrimientos de Jesús; no rechazó la espada que había anunciado Simeón, y aceptó con Cristo el designio misterioso de su Padre. Ella es la primera partícipe de todo sacrificio.
¿Qué pasaría por la mente de María este sábado en la noche y domingo en la madrugada? Todos los recuerdos se agolpan en la mente de María: Nazaret, Belén, Egipto, Nazaret de nuevo, Canaán, Jerusalén. Quizá en su corazón revive la muerte de José y la soledad del Hijo con la madre después de la muerte de su esposo...; el día en que Cristo se marchó a la vida pública..., la soledad durante los tres últimos años. Una soledad que, ahora, Sábado Santo, se hace más negra y pesada. Son todas las cosas que Ella ha conservado en su corazón. Y si conservaba en el corazón a su Hijo en el templo diciéndole: "¿Acaso no debo estar en las cosas de mi Padre?". ¡Qué habría en su corazón al contemplar a su Hijo diciendo: "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, todo está consumado!"
¿Cómo estaría el corazón de María cuando ve que los pocos discípulos que quedan lo bajan de la cruz, lo envuelven en lienzos aromáticos, lo dejan en el sepulcro? Un corazón que se ve bañado e iluminado en estos momentos por la única luz que hay, que es la del Viernes Santo. Un corazón en el que el dolor y la fe se funden. Veamos todo este dolor del alma, todo este mar de fondo que tenía que haber necesariamente en Ella. Apenas hacía veinticuatro horas que había muerto su hijo. ¡Qué no sentiría la Santísima Virgen!
Celebración de la reconciliación:
sábado 8 abril
Monición de entrada
A lo largo de esta mañana hemos tenido la oportunidad de vivir esta experiencia de encuentro personal con el Señor y con nosotros mismos. Una ocasión para reconocer que necesitamos de su mano para poder levantarnos, para poder continuar haciendo camino, para volver a una vida nueva. Reconocemos que a veces le traicionamos, le negamos y Él nos sigue dando su perdón, porque Él no tiene en cuenta nuestras debilidades, puesto que donde abundó el pecado sobre abundó la gracia. Ahora tenemos la oportunidad de recibir su perdón, para así entrar limpios en la Pascua, en la VIDA con mayúsculas, porque Él nos invita a levantarnos, a dejar atrás lo viejo y resucitar a una vida nueva.
Canto
Vengo ante Ti, mi señor,
reconociendo mi culpa.
Con la fe puesta en tú amor,
que tú me das como a un hijo.
Te abro mi corazón,
y te ofrezco mi miseria.
Despojado de mis cosas,
quiero llenarme de ti.
Que tu espíritu señor,
abrace todo mi ser.
Hazme dócil a tu voz,
transforma mi vida entera.
Hazme dócil a tu voz,
transforma mi vida entera.
Puesto en tus manos, señor,
siento que soy pobre y débil.
Mas tú me quieres así,
yo te bendigo y te alabo.
Padre, en mi debilidad,
tú me das la fortaleza.
Amas al hombre sencillo,
le das tu paz y perdón.
Que tu espíritu señor,
abrace todo mi ser.
Hazme dócil a tu voz,
transforma mi vida entera.
Hazme dócil a tu voz,
transforma mi vida entera.
Oración
Yo sé que me quieres, Señor, porque eres bueno,
porque tienes un corazón sensible, perdóname.
Limpia mi corazón del pecado,
Me siento pecador ante ti, que eres santo.
Mi pecado está agarrado a mí.
Contra ti, contra ti sólo pequé.
Tus ojos han visto con pena mi corazón manchado.
Tú me miras fijamente y amas lo profundo
y limpio que hay dentro de mí.
Me amas suavemente, como amigo en el silencio.
Abrázame y tu amor me cambiará el corazón.
Sé mi amigo y caminaré hasta la cumbre.
Ya sé que tú no te andas con hipocresías
y que no quieres de mis palabras vacías.
Lo que me pides es un corazón arrepentido,
un corazón noble y sincero es lo que tú quieres.
Lectura Evangélica:
Lc 22, 54-62
Diariamente estaba con vosotros en el templo y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora, el dominio de las tinieblas. Lo arrestaron, lo condujeron y lo metieron
en casa del sumo sacerdote. Pedro le seguía a distancia. Habían encendido fuego en medio del patio y estaban sentados alrededor; Pedro se sentó entre ellos. Una criada lo vio sentado junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: También éste estaba con él. Pedro lo negó diciendo: No lo conozco, mujer. A poco, otro lo vio y dijo: También tú eres uno de ellos. Pedro respondió: No lo soy, hombre. Como una hora más tarde otro insistía: Realmente éste estaba con él, pues, también es galileo. Pedro contestó: No sé lo que dices, hombre. Al punto, cuando aún estaba hablando, cantó el gallo. El Señor se volvió y miró a Pedro; éste recordó lo que le había dicho el Señor: Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Salió afuera y lloró amargamente.
Antífona:
Perdón Señor, contra ti yo pequé
Breve homilía
Examen de conciencia
La tentación del poco esfuerzo
¿Te ocupas de los demás o piensas: “Este no es mi problema”?
¿Dices o manifiestas en tu casa: “Esto no es mi problema”?
¿Me esfuerzo por corregir la envidia, por perdonar y dialogar con quienes he tenido una discusión…?
¿Estudio y trabajo lo que debo?
La mentira, la falsedad, el engaño
¿He causado daño a los demás con mentiras, afirmando, cosas que no conozco, o revelando cosas que se tenían que guardar en secreto?
¿Qué imagen del cristiano reflejas ante los demás?
¿Vas por la vida haciendo el papel de “bueno” ante los demás?
¿Exiges a los demás lo que tú no eres capaz de hacer?
¿Has dado testimonio cristiano con tu conducta o has actuado con cobardía, con miedo al “qué dirán”?
Indiferencia, falta de sacrificio por el otro
¿Reconoces y ves a Jesús en los pobres?
¿Aceptas a los que son diferentes?
¿Te acuerdas de que hay personas que lo están pasando mal?
Ante las situaciones de injusticia que hay a mi lado ¿te haces el “despistado” o las denuncias?
¿Pasas de largo cuando alguien sufre? ¿Trato a los demás con indiferencia?
¿Sé renunciar a mi comodidad a favor de los demás?
Confesión individual
Abrazo de paz
Paz en la tierra. Paz en las alturas.
Que el gozo eterno reine
en nuestro corazón.
Paz en la tierra. Paz en las alturas.
Que el gozo eterno reine
en nuestro corazón.
Da la paz, hermano, da la paz.
Constrúyela en tu corazón
y con tu gesto afirmarás
que quieres la paz.
Que tu paz, hermano, sea don.
Es el mejor signo de amor
que tú nos puedes ofrecer.
Abrazo de paz.
Bendición final
Mi mejor amigo decidió morir por mí,
cargó con mi castigo para que yo pudiera vivir.
No viniste a juzgarme, me viniste a salvar.
Y ahora lo que más quieres es que yo me deje amar.
Abrázame, hoy me dejo querer.
Todos mis pecados arden
En el fuego de tu amor.
Y siempre que yo me caiga
Tú me levantarás.
Coronado con espinas, vestido de dolor,
En tu último suspiro mi mundo se apagó.
Pero al tercer día, un gran ruido se escuchó,
Fueron ángeles cantando: ¡Jesús resucitó!
Oh abrázame, hoy me dejo querer.
Todos mis pecados arden
En el fuego de tu amor.
Y siempre que yo me caiga
Tú me levantarás.
Quiero volver a nacer en ti, quiero volver a nacer en ti,
Quiero volver a nacer en ti.
¡Ahora soy libre! ¡Ahora soy libre!
¡Porque tú me haces libre!
Todos mis pecados arden en el fuego de tu amor.
Soy libre
Oración de la mañana:
domingo 9 abril
Levántate, Él te espera
Introducción
Aleluya. Aleluya ¡Cristo ha Resucitado! Él es nuestra Pascua.
En este día que está enmarcado en el domingo de Resurrección, nos brota un GRACIAS, gracias a Dios por habernos dado esta oportunidad del encuentro, de levantarnos y ponernos en camino, y tomar la decisión de vivir estos días cerca del Señor y cerca de las personas que nos necesitan y hacerlo en comunidad, con toda la familia hospitalaria con la que estos días hemos podido compartir, vida, oración y misión.
Hemos podido experimentar que la fuerza del Resucitado ha ido calando en nuestro corazón. Han sido muchos los momentos en que hemos sentido esa vivencia que experimentaron los discípulos de Emaús:
“¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”
Si nos ponemos a la escucha de todo lo que ha ido pasando por nuestro corazón, nos vendrán, los nombres de las personas que hemos conocido, las vivencias, los sentimientos, incluso algunos contradictorios pero de fondo ha permanecido ese deseo de querer vivir una Pascua nueva con Pasión y entrega a través del servicio.
Nos abrimos a la acción del Espíritu introduciéndonos en este espacio de oración a través de este canto.
d! Jesús Resucita Hoy
Mirad, Jesús resucita hoy
Mirad, la tumba está vacía
El Padre ha pensado en Él
De los hombres es Señor
De la vida, Salvador
Mirad, Jesús resucita hoy
Mirad, vive a nuestro lado
La muerte no tiene poder
Proclamad por la fe que está vivo
Y somos libres porque
Él resucita hoy
Él vive entre nosotros
Es Cristo, es Señor
Aleluya, aleluya
Mirad, Jesús resucita hoy
Nos da la paz con su palabra
El gozo vuelve al corazón
Con su Espíritu de amor
Nuestra vida cambiará
Mirad, Jesús resucita hoy
Su amor no nos dejará
Su fuerza nos empujará
El será guía y luz
Esperanza y fortaleza, porque
Jesús resucita hoy
Reflexión
El misterio en plenitud sale del silencio, la alegría sale de la tristeza, la vida se escapa de la muerte ¡Aleluya! La luz del resucitado penetra por todos los escondrijos, donde la vida se había escondido en nuestros sepulcros por la inconsciencia, el miedo, la comodidad..., y con su nueva vida nos ofrece una nueva oportunidad, un nuevo impulso para tomar consciencia de que hay resurrección a cada paso, para que el mundo sea de verdad la tierra de todos.
Salmo de esperanza
Antífona:
Resucitó, resucitó, resucitó, Aleluya
Aleluya, aleluya, aleluya, resucitó
Hoy al despertar he mirado por la ventana:
Las calles no han cambiado
Las personas son las mismas
El mundo parece igual de loco
hay desigualdad e injusticia
y las guerras no terminan.
¿Qué ha pasado, Señor, de ayer a hoy?
He cerrado la ventana
y he mirado frente a frente mis preguntas.
Esta noche, el tiempo se ha roto
y se ha abierto la eternidad al ser humano.
El mal, en su imparable ascenso,
ha perdido una batalla clave.
Los que lloran han visto sus lágrimas enjugadas
Y un abrazo inmenso les cobija.
Hoy, una luz nueva baña el mundo
Una voz distinta habla de paz y de amor
Y, sin darme cuenta, hay resurrección a cada paso.
Óscar Cala sj
Antífona:
Resucitó, resucitó, resucitó, Aleluya
Aleluya, aleluya, aleluya, resucitó
Lectura Evangélica:
Lc 24, 1-9
El primer día de la semana, de madrugada, fueron al sepulcro llevando los perfumes preparados. Encontraron corrida la piedra del sepulcro, entraron, pero no encontraron el cadáver del Señor Jesús. Estaban desconcertadas por el hecho, cuando se les presentaron dos hombres con vestidos brillantes. Y, como quedaron espantadas, mirando al suelo, ellos les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recordad lo que os dijo estando todavía en Galilea: Este Hombre
tiene que ser entregado a los pecadores y será crucificado; y al tercer día resucitará. Ellas entonces recordaron sus palabras, se volvieron del sepulcro y contaron todo a los once y a todos los demás.
Reflexión
¿Alguna vez has visto que algo que creías perdido no lo está? ¿Alguna vez has recuperado la esperanza cuando ya se había apagado? ¿Alguna vez se ha abierto una ventana cuando estabas obcecado y creías que todo había terminado?
Resurrección es constatar que, de un modo sorprendente, está vivo. Y como consecuencia, perder el miedo y dejar que una alegría más serena y poderosa acampe en la propia vida. Es comprender que ni la muerte, ni el egoísmo ni el odio pueden con el aliento de Dios en el mundo.
“Levántate, El te espera”. El nos estaba esperando aquí en cada una de las personas con las que nos hemos podido encontrar y especialmente en lo más íntimo de cada uno de nosotros.
También nosotros como los discípulos hemos ido a buscarle en nuestros propios sepulcros y hemos sentido que no estaba allí, y le hemos escuchado decirnos: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí ha Resucitado. ..”se volvieron del sepulcro y contaron todo a los once y a todos los demás”.
Hoy a cada uno se nos hace la invitación de contar a los demás lo que hemos recibido como luz a lo largo de esta Pascua, para ello, os invitamos a coger una linterna como símbolo de la luz que hemos recibido.
Os invitamos a expresar, en una palabra, o en una frase lo que ha significado esta experiencia para mí.
Antífona:
Enciende una luz, déjala brillar La luz de Jesús que brille en todo lugar
No la puedes esconder, no te puedes callar Ante tal necesidad, enciende una luz en la oscuridad (Hospitalidad)
Padre Nuestro
Oración final
Que estos días vividos en fe y amistad
nos recuerden siempre
que debemos vivir alegres porque Aquel que más nos ama
ha muerto
y resucitado por nosotros.
Que estos días brillen siempre en la noche gris,
porque ahora mejor que nunca sabemos que…
¡JESÚS HA RESUCITADO!
Enciéndeme
Hoy quiero señor, ponerlo todo en tu presencia
Darme hasta gastarme contigo y por ti
Hoy quiero, señor, ponerlo todo ante tu puerta
Para en todo amarte y servir
Enciéndeme y deja arder donde haga falta
Enciéndeme y déjame ser tu luz
Y así poder llevarte hasta todas las almas
Saciar la sed que tienes tú, desde la cruz
Hoy quisiera, madre poner todo en tu presencia
Darme hasta gastarme, decirle que si
Hoy te pido madre, que dejes mi puerta abierta
Para en todo amarle y servir
Enciéndeme y déjame arder donde haga falta
Enciéndeme y déjame ser tu luz
Y así poder llevarte hasta todas las almas
Saciar la sed que tienes tu, desde la cruz
Enciéndeme y déjame arder donde haga falta